Capítulo 45. El intocable
Un gran vehículo, costoso y oscuro, se detuvo frenando de golpe, a escasos metros de la banca de la desierta estación terminal de autobuses, donde una desesperada y aterrada Alessia veía con dolor su destino inminente, a medida que era recorrida por las desagradables manos de un desconocido, que se movían como tentáculos abriéndose paso entre su ropa.
Apretaban sus pechos rígidos, sus carnes suaves y se friccionaban en sus rincones, hasta hacerla sentir náuseas, mientras intentaba bloquear su cerebro para no sentir.
Para evadirse de esa pesadilla.
Pegada a ella, la anciana casi se desvanecía a causa del ajustado agarre del otro atacante, del miedo y de la falta de aire.
Estas cosas no pasaban en su apacible pueblito.
Estas cosas horrorosas no podían estar sucediéndole a su joven nieta.
Por esto tenían que irse.
Por lo corrompida que estaba el alma de la ciudad.
Por lo cerca que estaban siempre de la muerte y del dolor.
Por lo omnipresente del jefe de la mafia en los pensamientos de Al