Capítulo 28. Sospechas
Tal como Valentino lo había arreglado, sin dar lugar a que nadie lo contradijera, el traslado de la abuela de Alessia, Carmela Marino, se hizo enseguida y con una eficiencia milimétrica. Nadie se atrevió a evadir sus firmes órdenes cuando hablaba con su mirada de hielo.
Por su parte, la pobre anciana enferma no estaba en condiciones de comprender demasiado de lo que sucedía a su alrededor al principio, y los primeros días fueron criticos y de mucho nerviosismo para Alessia, pero a medida que los días se sucedían y el tratamiento para curarla avanzaba, la salud de Carmela se iba reforzando cada vez más y lograba mantener largas conversaciones con su nieta en el hospital, donde los diferentes especialistas estaban haciendo un trabajo ejemplar y muy cuidadoso.
Esas eran charlas en las que Ale intentaba evitar cualquier intento de su abuela de profundizar en lo que de verdad le sucedía a ella con el señor Amato, y de indagar sobre la naturaleza de sus sentimientos.
Alessia era consciente