86. ¿A DÓNDE CREES QUE VAS?
(SARAH MILLER)
Estaba sentada en el enorme salón de nuestra casa, con vistas panorámicas a la ciudad desde el piso alto. El sol de la tarde se filtraba entre los ventanales, iluminando el costoso mobiliario de diseño y creando un ambiente cálido, aunque para mí, extrañamente vacío. Mamá estaba sentada frente a mí, con una taza de té humeante entre las manos, aunque apenas la tocaba. Su expresión era de perpetua preocupación, una arruga constante entre sus cejas que parecía haberse instalado allí para siempre.
Una vez más, mi madre me cuestionaba sobre qué iba a hacer con mi vida. «¿Es que acaso no entienden que soy feliz?», pensé, suspirando internamente. No entendía por qué necesitaba que hiciera "algo" si teníamos la fortuna que teníamos. Nuestra familia siempre había gozado de una posición económica privilegiada. Papá había construido un imperio empresarial desde cero, y ahora, teníamos tanto dinero que podríamos vivir varias vidas sin tener que mover un dedo. De hecho, esa era una