Ariana siempre soñó con un amor eterno, pero su carrera como modelo le ha mostrado un mundo de relaciones fugaces y vacías. Todo cambia cuando un famoso cantante coreano, atrapado en rumores sobre su vida privada, le propone un romance por contrato. Lo que comienza como un acuerdo profesional pronto se transforma en algo que desafía sus creencias. ¿Será posible que el amor surja en medio de flashes, rumores y canciones? ¿O el espectáculo acabará por destruir lo que apenas comienza?
Ler mais(Ariana Jáuregui)
Yo, que era fan de la boyband Chromatic desde sus inicios, sentí una mezcla de fastidio y rabia al ver los titulares. Siempre me había gustado su música, pero Ethan… él siempre me había caído particularmente mal. Había algo en su actitud, en esa sonrisa que parecía reservada para las cámaras, que me sacaba de quicio. No entendía por qué tantas chicas lo idealizaban. Y ahora, por su culpa, toda la banda estaba en el ojo del huracán. Me hervía la sangre al leer comentarios que generalizaban y atacaban a toda la banda. Y me daba rabia, mucha rabia, que por culpa de Ethan se estuviera juzgando a toda la banda. Dejé el teléfono a un lado.
—Ariana, ¿estás lista? Ya tenemos que irnos —dijo mi mamá.
Me levanté. «¿Ya nos iremos a conocer a Robyn? ¿Las fotografías son reales?» No podía creerlo. No era una mala noticia, al contrario, era fantástica. Aun así, no dejaba de sorprenderme. Este desfile no se parecía en nada a los que solía asistir. Era un verdadero espectáculo televisado. Esta sería la segunda vez que desfilaba junto a mi madre. De hecho, mi debut fue a su lado.
—¿Terminaste? Tu mamá me dijo que deben ir a los ensayos en veinte minutos —dijo Keyla, que estaba detrás de mí, apartando mi cabello para sujetarlo en una trenza.
«¿Cómo le explicaba este repentino arrepentimiento?» El miedo a fracasar me atenazaba. «Dios mío, iba a ver a mi artista favorita.»
Keyla me maquilló muy natural, me perfumó y me ayudó a ponerme una chaqueta. «Quiero morir.» Estaba a un paso de conocer a Robyn. «¿Cómo demonios iba a poder mirarla a los ojos sin perder la compostura?» Y ahora que iba a trabajar para ella… La ansiedad me invadía. Al bajar de la camioneta, Silvia me pidió con una mirada severa que me comportara frente a Robyn, que no hiciera nada que pudiera avergonzarnos.
—Lo entiendo —respondí—. Es una gran oportunidad.
—Este show se transmitirá a todo el mundo —añadió Silvia—. Si haces un buen trabajo, las ofertas lloverán.
—¡Silvia! —exclamé—. Me estás poniendo aún más nerviosa.
—Úsalo como combustible —insistió—. Es una plataforma increíble.
«¿Combustible? Lo único que hacía era incendiar mis nervios.»
Apreté los labios, guardando mi teléfono en el bolso. Seguí a mi madre. Al alcanzarla, entrelacé mi mano con la suya y entramos juntas al edificio. Silvia me dio una palmada en la espalda y me indicó con la mirada hacia la izquierda. Allí estaba Robyn. Contuve la respiración. Silvia tomó mi mano, y se lo agradecí.
—¿Crees que pueda tomarme una foto con ella? —susurré.
Silvia me miró con una sonrisa divertida y depositó un suave beso en mi cien.
—Al final de la grabación, tal vez. Pero recuerda que este show se grabará. Podrás verlo todas las veces que quieras.
—Lo sé —insistí—. Pero quiero una foto con Robyn.
—Veré qué puedo hacer —dijo, dándome unas palmaditas en la espalda antes de alejarse.
Al cruzar el umbral, me encontré en un mundo aparte. El estudio era un torbellino de color y movimiento. Ropa por todas partes: vestidos vaporosos, chaquetas de cuero, pantalones ajustados, y, por supuesto, una gran cantidad de lencería. Las modelos, con una confianza envidiable, se movían con naturalidad entre el equipo de Robyn, que ajustaba y perfeccionaba cada detalle. Observé con admiración el trabajo del diseñador y su asistente, cómo moldeaban las prendas sobre los cuerpos como si estuvieran esculpiendo una obra de arte. La escena me trajo recuerdos de mis propias sesiones de alta costura, donde la precisión y el detalle eran igualmente importantes. Sin embargo, allí, la lencería, con su crudeza y su cercanía al cuerpo, creaba una atmósfera distinta. En la alta costura, la ropa era una extensión del arte; aquí, parecía ser una extensión del cuerpo mismo, una segunda piel que revelaba más de lo que ocultaba. «Esto es increible, me encanta este mundo.» Un miembro del staff se aproximó con una sonrisa de genuina admiración. Le respondí con una sonrisa educada, escuchando su propuesta.
—¿Te gustaría ver las prendas que el diseñador ha elegido para ti?
Una corriente de nerviosismo recorrió mi cuerpo, un eco de la incomodidad que había sentido al observar a las otras modelos. Sin embargo, me recordé a mí misma que esto era parte del trabajo, un nuevo desafío.
—Sí, por favor —respondí con una sonrisa profesional —me señaló un probador circular, oculto tras una cortina de lino—. Pruébate cada una—me dijo—, necesitamos ver si hay que hacer algún ajuste.
Entré, sintiendo el peso de la tela entre mis dedos mientras me desvestía. Cada prenda, al contacto con mi piel, me recordaba la naturaleza de este trabajo: exposición, vulnerabilidad. Al salir, tras probarme ambas opciones, me repetí que no era tan terrible. Podía manejarlo. Las prendas, de líneas sencillas y escasa tela, contrastaban drásticamente con los elaborados diseños de alta costura que solía lucir. Por un momento, me sentí desnuda bajo la mirada invisible de todos. Pero luego, una sonrisa determinada se dibujó en mis labios. Aceptaría el desafío.
Apenas la asistente terminó de ajustar la última prenda y registrar sus observaciones, el murmullo del estudio se filtró a través de mi concentración. Los asistentes y las modelos hablaban con entusiasmo, con un tono que mezclaba sorpresa e intriga. Un nombre resonó con particular fuerza: Ethan Park. Fruncí el ceño, desconcertada. ¿Qué pintaba él en un evento como este? Y entonces, al levantar la vista, lo vi. Estaba allí, irradiando una confianza casi arrogante que me crispó los nervios. ¡Él también iba a desfilar! La incredulidad me invadió. «¿Esto es una broma?» El nerviosismo que sentía por la lencería, que ya era considerable, se disparó hasta límites insospechados, eclipsado por una creciente irritación. Ethan Park, compartiendo la misma pasarela. Era una cruel ironía del destino. «Dios… ¿cómo voy a sobrevivir el resto de la semana con Robyn presente y con Ethan también?»
Llegó el momento de la caminata. La pasarela se extendía frente a nosotros, un escenario imponente que ahora se convertía en mi peor pesadilla. Intenté concentrarme en la coreografía, en mantener la postura, pero la presencia de Ethan al otro lado era una distracción constante.
(PARK ETHAN)Mis propios padres, al igual que los de Sarah, habían aceptado nuestra relación desde el principio, con una apertura de mente que aún me sorprendía gratamente, considerando las convenciones sociales y los prejuicios que aún persistían en algunos círculos. Aunque al principio hubo alguna que otra ceja levantada y preguntas sobre cómo funcionarían las cosas, sobre cómo encajaríamos nuestras vidas en un todo coherente, rápidamente entendieron que lo más importante era nuestro amor y la felicidad que habíamos encontrado juntos. Dejaron de lado cualquier duda o prejuicio, abrazando la nueva dinámica familiar con una calidez que nos reconfortó profundamente, como si nos dieran la bienvenida a un nuevo capítulo en la historia de la familia, un capítulo lleno de posibilidades y amor incondicional.Ahora, se desvivían por los niños, llamándonos constantemente para saber cómo estaban, para escuchar sus risas y sus balbuceos a través del teléfono, y enviándoles regalos cada vez que
(PARK ETHAN)El vuelo a Los Ángeles fue una locura. Liam, a sus dos años y medio, se portó sorprendentemente bien, entretenido con sus juguetes y las pantallas del avión. Hailey, pasó un par de veces por los brazos de los tres, dormitó, jugó con nosotros y con su hermano casi todo el camino. Verlas a ellas dos, tan tranquilas en medio del ajetreo del viaje, me transmitía una paz inmensa. Ariana, por su parte, aprovechó para ultimar algunos detalles de su línea de maquillaje y coordinar con el equipo de producción del tour. Yo, entre tanto, repasaba mentalmente el setlist y me aseguraba de que todo estuviera en orden para el primer concierto.Llegar a Los Ángeles fue como volver a casa, aunque esta vez era diferente. No éramos solo Chromatic intentando abrirse camino en la industria, éramos una familia, una pequeña comunidad viajando junta. Nos instalamos en una casa que habíamos alquilado para todo el grupo, lo suficientemente grande para alojarnos a todos cómodamente. Los primeros dí
(ARIANA JÁUREGUI)La videollamada con mis padres terminó con una nota dulce, aunque con un dejo de melancolía. Ver la emoción genuina de mi madre al conocer a Hailey, aunque fuera a través de una pantalla, removió algo dentro de mí. Una mezcla de alivio y esperanza, pero también la sombra persistente de las heridas del pasado.Justo cuando estaba guardando el teléfono, con una mezcla de emociones a flor de piel tras la videollamada con mis padres, Sarah entró en la habitación. Llevaba a Liam a cuestas, quien al verme corrió hacia mí con los brazos abiertos, gritando “¡Mamá!”. Lo abracé fuerte, sintiendo su pequeño cuerpo cálido contra el mío. En ese momento, Hailey, se movió para abrazarme también entre balbuceos. Los acomodé en mi regazo, uniendo a mis dos pequeños en un abrazo grupal.—¿Todo bien? —preguntó Ethan, acercándose y besándome en la frente. Su mirada recorrió mi rostro, buscando alguna señal de mi estado de ánimo.—Sí, todo bien —respondí, con una media sonrisa. Miré a mi
(ARIANA JÁUREGUI)El caos organizado reinaba en nuestra casa, hogar al que nos mudamos hace un año. Maletas abiertas por todas partes, ropa doblada a medias sobre la cama, juguetes esparcidos por el suelo... nos preparábamos para el gran viaje: ¡el inicio del tour mundial de Chromatic! Y lo mejor de todo, íbamos los cinco juntos: Ethan, Sarah, Liam, Hailey, y yo. Bueno, en realidad, éramos muchos más. Las parejas de los chicos también se unían a la aventura, convirtiendo la gira en una gran expedición familiar.Liam, con sus dos años y medio, correteaba entre las maletas, agarrando todo lo que encontraba a su paso. Hailey, con un año y medio, gateaba detrás de él, intentando imitar sus movimientos con torpeza adorable. Verlos juntos, tan pequeños e inocentes en medio de todo el ajetreo, me enternecía.-¡Liam, eso va en la maleta! -exclamó Ethan, intentando quitarle una de sus camisetas favoritas que Liam había decidido usar como capa de superhéroe.Sarah, con Hailey entre sus brazos,
(ARIANA JÁUREGUI)El estudio fotográfico de Sarah, ahora mucho más grande y profesional gracias al éxito de Chromatic Entertainment, era un hervidero de actividad. Luces, cámaras, reflectores y un equipo de asistentes corrían de un lado a otro, preparando todo para la sesión de fotos del próximo concierto en Seúl, la última parada antes del ansiado tour mundial de Chromatic. La energía era palpable, una mezcla de emoción y nerviosismo ante la inminente aventura.Liam, con sus dos años recién cumplidos, correteaba por el estudio, explorando cada rincón con su curiosidad insaciable. Hailey, un poco más tranquila en mis brazos, observaba todo con sus grandes ojos abiertos de par en par, balbuceando de vez en cuando. A pesar del bullicio, los niños parecían estar en su elemento, acostumbrados ya al ambiente creativo que nos rodeaba.Yo estaba sentada en un sofá, revisando algunos bocetos para la nueva línea de maquillaje que estaba preparando, cuando escuché la voz de Ethan llamándome.-¡
(ARIANA JÁUREGUI)El tiempo vuela. A veces me cuesta creer que ya han pasado dos años desde aquella noche frenética en el hospital, desde el concierto interrumpido y el milagro del nacimiento de Liam. Ahora, Liam Park, como también conocido como, Park Min-joon, es un torbellino de energía de dos años, con los ojos oscuros de Ethan y mi sonrisa. Correteaba por el jardín de nuestra casa, riendo a carcajadas mientras jugaba con Hailey Park, o Park Ha-joon, nuestra preciosa bebé. Verlos juntos, tan pequeños e inocentes, me llena el corazón de una alegría inmensa.Nuestras vidas han cambiado de tantas maneras… Ethan, Sarah y yo nos hemos adaptado a la paternidad con una naturalidad que a veces hasta a mí me sorprende. Es como si siempre hubiéramos estado destinados a ser una familia, una familia poco convencional, pero nuestra al fin y al cabo. Ethan es un padre increíble, cariñoso, paciente y siempre dispuesto a jugar con Liam y Hailey, a leerle cuentos con voces graciosas o a inventar ca
Último capítulo