(SARAH MILLER)

Después de Ethan, me tocó a mí cargar a Liam. Lo tomé en mis brazos con cuidado, sintiendo su pequeño cuerpo cálido y suave, tan frágil y perfecto. Sus pequeños ojos, rasgados como los de Ethan, se abrieron por un instante y me miraron con una curiosidad inocente, como si estuviera intentando descifrar el mundo que lo rodeaba. En ese momento, una oleada de amor incondicional me inundó. Era un bebé precioso, una mezcla perfecta de Ethan y Ariana, una pequeña personita que ya se había ganado un lugar enorme en mi corazón.

—Hola, bebé… —susurré, con la voz entrecortada por la emoción—. Soy mamá Sarah.

Sentí una conexión instantánea, un vínculo inexplicable que me unía a ese pequeño ser. Lo acuné suavemente entre mis brazos, sintiendo su respiración suave y su pequeño corazón latiendo con fuerza. Era un momento mágico, un instante que quedaría grabado para siempre en mi memoria.

En ese preciso instante, Ethan se acercó a nosotros, con los ojos brillando de felicidad. Me rod