Andrés se quedó callado.

Volteó hacia Daniela.

Daniela levantó la barbilla, desafiante, como diciendo:

“¿Qué ves? Si piensas amenazarme, ya verás cómo te va.”

Andrés, que todavía dependía de Daniela para acercarse a Luciana, prefirió no entrar en pelea, y bajó la cabeza.

—Daniela tiene razón.

Recién entonces, ella sonrió un poco.

Luciana los miró a los dos, primero a ella, luego a él.

—¿No estarán escondiendo algo?

Sentía que entre ellos había una especie de guerra fría.

—¡No, claro que no! Tú sabes cómo es Daniela, ¿verdad? —dijo Andrés de una vez.

Y sí, Luciana sabía que Daniela siempre había sido directa y explosiva.

Ella solo sonrió, sin darle más vueltas al asunto.

Durante el camino, Andrés trató de sacar plática varias veces. No fue una charla profunda, pero el ambiente se mantuvo tranquilo.

Cuando llegaron a la zona de las aguas termales, un empleado se les acercó para guiarlos a los vestidores. La ropa era nueva, toda igual, y podían escoger la talla que les quedara mejor.

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