—Oye, Jim, vamos a caminar —dijo Sean ignorando el caos que quedara en la suite después de la fiesta.
Jim no pareció escucharlo, maldiciendo por lo bajo mientras revisaba su teléfono.
—Jimbo.
—¡Mierda!
Sean sacó una cerveza del minibar de camino hacia su hermano. —¿Qué ocurre? —preguntó con toda la calma del mundo.
—¡No lo encuentro! ¡Borré los MP por error y ahora no puedo hallar el maldito número!
—¿Estás buscando un número de teléfono?
—¿Qué hora es en LA ahora?
Sean frunció el ceño desconcertado. —Como las cuatro de la mañana. ¿Por qué?
Jim ignoró su pregunta. —Entonces son las seis en New York —murmuró—. Un par de horas más. Sí, ya debe haberse levantado.