En el silencio que siguió, Jay ladeó la cabeza.
—Escucha —susurró.
Silvia prestó atención y no escuchó nada. Jay sonrió al ver su expresión interrogante.
—Ha dejado de llover.
Se paró y rodeó la mesa, haciéndole señas a Silvia de que lo siguiera. Ella se le unió junto a la ventana y miró hacia afuera con curiosidad.
—Mira —dijo él, señalando el cielo sobre los campos oscuros.
—¡Una estrella! —la oyó susurrar, y se le ocurrió que aquel asombro puro, maravillado, sonaba como si ella fuera el primer ser humano que hubiera visto una estrella.
Su brazo no lo consultó para subir a rodearle los hombros, y le rozó el cabello con los labios al decir: —Sí, la tormenta ha pasado.
Silvia sabía que él percibiría su escalofrío, pero no podía evitarlo. Cierto, ya no llovía y la noche parecía estar despejándose. Pero esas palabras significaban mucho más para ella, y los dos lo sabían.
Jay la sintió estremecerse y habló por impu