La cabeza me daba vueltas y no dejaba de pensar una y otra vez en lo mismo. Estábamos en el hospital central de la cuidad de Montreal, después de mi padre cayera desmayado, Milan y Bastian lo levantaron mientras Damaris localizaba el número del hospital general, lo llevaron adentro, lo bueno de todo esto fue que la puerta no tenía seguro y pudimos entrar sin dificultad alguna.
Y ahora estábamos ahí, esperando en una fría sala de espera a que un doctor nos diga que le pasó a mi padre. Los minutos se me hacían eternos, y Bastian no dejaba de tomar mi mano, Damaris hablaba con Milan por lo bajo, quienes estaban frente a nosotros, solo nos separaba una mesa de estar, de cristal.
—No entiendo que tiene que ver la casa —susurra Bastian sin quitarme la mirada de encima.