Capítulo 07

“Narra Darío”

Acomodé mi corbata y alisé mi saco, por el reflejo del espejo noté a Silvina, su cabello canoso se veía opaco por la poca oscuridad de la habitación. Esta mañana ni siquiera tuve ánimos de abrir las cortinas.

Silvina traía una taza de café en sus manos y al sonreír las arrugas bajo sus ojos hicieron acto de presencia.

—Buenos días —saludé. Ella dejó la taza en mi mesita de noche y jugó con sus manos nerviosamente. Quería decirme algo —¿Está todo bien?

—Si, sí. Todo bien —respondió —¿Irás hoy al hospital?

—En la tarde ¿Por qué?

Ella suspiró y sus ojos me observaron con melancolía.

—Tu... ¿La has vuelto a ver? —preguntó. La observé por un instante sin mencionar palabra alguna, sabía exactamente de quien me estaba hablando, así que solo me limité a negar con la cabeza. Ella suspiró y bajó la cabeza con decepción.

Aún recuerdo su entusiasmo cundo se enteró de que Abi estaba viva, los doctores tuvieron que venir a controlar su presión alta cuando descubrió que fue su adorada e inocente niña quien le disparó a Beatriz, al sol de hoy aún cree que es una mentira. Si no hubiese sido yo el que contempló cada acto de esa noche, también dudaría el que Abigail hubiese sido la responsable, pero desgraciadamente lo era, ya no era la misma, ya no era otra vez la victima de hace tres años.

Silvina avanzó hacia la salida.

―Espera ―mencioné ―Ella se está quedando en la mansión Walker, puedes ir a visitarla, estoy seguro de que Ana te recibirá con gusto y Abigail también.

― ¿En serio puedo ir?

―Si, en serio ―sonreí, sus ojos brillaron de emoción y asintió antes de retirarse.

No podía quitarle el derecho de verla.

La última vez que vi a Abigail fue hace unos días atrás, en el hospital, debo admitir que me porté mal, pero el solo hecho de verla con allí acompañado de Nikolay como si fuera su maldito perro guardián me hervía la sangre.

A pesar de eso, mis sentimientos hacia ella no habían cambiado, seguían tan intactos desde hace tres años, desde que le declaré mi amor frente a la Fontana di Trevi y me regaló la sonrisa más hermosa aquella noche. La veo y odio saber que ya no volveré a ver aquella sonrisa, no dirigida hacia mí, ahora solo me miraba con desprecio, como si yo hubiese sido lo peor que le pasó en la vida, como si fui yo quien le causó tanto dolor en su pasado, cuando lo único que hice fue amarla y protegerla.

Quería darle el mundo entero, pero vaya que el destino tenía otros planes para los dos.

Me tomé el café con tranquilidad mientras caminaba hacia mi oficina, en el salón observé como terminaban la decoración del arbolito, la verdad era que estas fiestas navideñas no me entusiasmaban, pero Beatriz insistió en decorar cada rincón de la casa, hasta a mis hombres los obligó a usar pines de Santa Claus en sus corbatas, era algo ridículo.

―Darío, tienes visita en tu despacho ―Informó Drake, tomé su corbata interrumpiéndolo y solté una pequeña risa.

―Lindo pins, muy navideño ―me burlé ― Y buenos días para ti también ―Abrí la puerta de mi oficina, de pronto sentí un sabor amargo y mi buen humor mañanero se fue a la m****a.

―Buenos días, Rinaldi ―Saludó Nickolay, sentado con los pies cruzados y meneando su vaso de Whisky, mí Whisky.

―Qué tienen de buenos ―solté.

―Me tomé el atrevimiento de servirme un poco yo mismo ―levantó su mano ―Ya que no fueron muy amables conmigo ―miré de reojo a Drake. Mi amigo apretaba sus puños y fulminaba al ruso con la mirada.

―Estoy seguro de que te dieron la bienvenida que te mereces ―miré a Drake para que se retirara, una vez a solas con el ruso, me senté detrás de mi escritorio, dejando a un lado la taza de café. ―Dime ¿Por qué estás aquí?

―No es por qué, si no por quién…

En su mano libre levantó una rosa blanca, la cual no había visto cuando llegué.

Ahora entiendo. La noche en que me encontré a Abigail en el cementerio, decidí enviarle una rosa de bienvenida, mi mensajero se la llevó después de escuchar lo que había pasado. No quisiera ni imaginarme si ella hubiese estado en esa casa cuando mataron a todos sus hombres, quizás la buscaban a ella o a Nickolay.

― ¿Sabes si le gustó mi detalle? ―pregunté con un tono de burla.

Nickolay se levantó bruscamente apoyando sus manos en el escritorio, sus cejas se fruncieron y sus ojos irradiaban ira. Seguramente estaba deseando sacar su arma y atravesar mi frente con una bala.

Si esos eran sus pensamientos, entonces era un pensamiento mutuo.

―No lo sé, estaba muy ocupado haciéndole el amor, pero cuando la vea se lo preguntaré ―afirmó, mi pecho se apretó, pero intenté fingir indiferencia, no iba a darle el gusto de cabrearme a estas horas de la mañana ―Esto no es un juego, Rinaldi.

―No he dicho que lo sea.

Podía notar la vena de su frente hincharse, vaya que este tema si le afectaba.

Ay, Abigail, cómo haces para meterte en lo más profundo de la piel de las personas.

―No la protegí y mantuve oculta todos estos años para que ahora quieras llegar a ella y revivir un viejo romance, ya no es tuya Darío, así que no juegues con mi paciencia.

―Hablas como un niño cuidando su juguete favorito ―me levanté para servirme un poco de whisky y relajar mi tensado cuerpo, si no íbamos a terminar a golpes en este lugar ―Ella prefirió irse contigo hace tres años y ahora estas aquí, en mi despacho por ella ¿Tienes miedo de que prefiera estar conmigo y te deje? ¿es eso Petrov?

―Estas advertido ―se acercó hasta estar cara a cara ―Mis amenazas no son en vano, recuerda que tienes mucho más que perder que yo ―puso la rosa sobre el escritorio, sin apartar la mirada bebí un largo trago, sintiendo el líquido quemar mi garganta, pero me mantuve tranquilo e indiferente ―Por cierto, ni siquiera la puso en agua ―susurró.

Ahora sí, iba a volarle los sesos.

―Disculpen la interrupción ―Silvina entró a la habitación inoportunamente.

Nikolay se alejó unos cuantos pasos y le sonrió a Silvina son simpatía.

―Adelante ¿Pasa algo?

―Tienes una llamada importante ―anunció.

―De acuerdo, Nickolay ya se iba ¿Cierto? ―lo miré con frialdad. Él terminó su Whisky y dejó el vaso sobre el escritorio. Se detuvo en la puerta y miró a la mujer a mi lado.

―Por cierto, Silvina, ven a visitarnos un día de estos, Abigail estaría muy feliz, ahora más que nos mudaremos a nuestra nueva casa, podrías ayudarla con la decoración.

―Si señor, lo tendré en cuenta, por salúdeme a mi niña.

Nickolay asintió antes de retirarse, no sin antes lanzarme una mirada severa.

Estúpido ruso.

― ¿Pasó algo? ―Preguntó, negué con la cabeza y me dejé caer en la silla. Ya me dolía la cabeza.

.

.

.

Después de unas horas trabajando en mi despacho, salí al jardín un rato, pero entré de inmediato a causa del frío, tenía el resto del día libre, asique visitaría a Beatriz en la tarde, pero antes iría a ver al resto de la familia Moretti, no sabía como darles la noticia de que Abigail estaba viva, pero debía hacerlo, esto complicaría mucho más mis planes, porque, si en el pasado perdí a Abi por no decirle que su madre estaba viva, no sé cómo tomaría ella el hecho de que le oculté a la mayoría de su familia.

Tenía que hacer un nuevo plan, ya no quería seguir guardando secretos, no a ella, pero sería más fácil si su actitud hacia mí no fuera tan feroz.

Me coloqué el abrigo y unos guantes antes de salir, Drake me interceptó en la entrada, junto con su abrigo.

―Te acompaño ―mencionó con entusiasmo.

―No hermano, no hace falta.

―Pero…

―Descuida, iré solo, en unas horas me llegará un pedido, por favor lo pones sobre mi escritorio, no dejes que nadie lo habrá si no estoy aquí ¿De acuerdo?

―Bien, Como digas.

Drake desapareció por el pasillo, agradecí de que no insistiera, él tampoco sabía mi secreto, nadie lo sabía y lo prefería de esa manera, porque mientras más personas sepan un secreto, más rápido puede este salir a la luz y aún no era el tiempo de que eso pasara.

Me subí al Jeep y conduje con precaución hasta las afueras de la ciudad, las calles estaban resbaladizas a causa de la nieve.

Al llegar al lugar bajé las bolsas de compras, solo faltaban dos días para navidad y ya que Maya no podía salir hacer las compras, yo me encargaba de eso, de hecho, era divertido buscar los regalos adecuados para cada uno y forrarlos yo mismo.

Maya me recibió con un abrazo, Alex y Alexandra terminaban de decorar el árbol de navidad y corrieron al verme.

― ¿Y Mey? ―pregunté, siempre cuando llegaba nunca me recibía.

―Debe estar en su habitación, estos últimos meses se la ha pasado encerrada leyendo, algo que nunca en su vida le gustó ―Maya soltó una risilla.

―Darío ¿te gusta mi vestido nuevo? ―la pequeña dio una vuelta para que apreciara su vestido color rojo ―Mami me lo hizo.

―Si, es muy bonito ―Dije con honestidad, miré a Maya quien se encogió de hombros.

―Se aprende muchas cosas estando aquí ―confesó.

―Ya lo creo, se te da bien la costura, por cierto, hay algo de lo que debo hablarte.

Maya asintió, después de revisar las compras y verificar que estuviera todo lo de la lista que me había dado, mandó a los gemelos a poner los regalos bajo el arbolito mientras salíamos a su pequeño jardín, si, tenían jardín, uno pequeño, pero muy acogedor ya que su techo era de cristal y se podía ver el cielo.

― ¿Es algo grave?

―No, de hecho, es una locura ―me froté el rostro y suspiré antes de revelarle la verdad de su hijastra ―Es mejor que te sientes ―Maya estaba impaciente, se cruzó de brazos y me miró casi suplicante.

―Darío, habla de una buena vez, por favor.

―Es… Abigail ―Sus ojos se llenaron de confusión ―Está viva.

Maya se llevó las manos a la boca, sus ojos se llenaron de lágrimas. Tuve que ayudarla a sentarse porque sus piernas habían perdido fuerza.

―No puedo creerlo.

―Créeme, nadie puede creerlo.

― ¿Desde cuándo lo sabes? ¿Cómo... cómo te enteraste?

―Hace unos días se presentó a mi fiesta de compromiso, de la mano con Nikolay Petrov.

―Nickolay Petrov… ―repitió aquel nombre en un susurro ―Dios, Abigail está viva, nuestra Abi…

Habían pasado varios minutos desde que Maya mencionó palabra alguna, su silencio ya me estaba incomodando, además tenia la mirada perdida.

―Oye ¿Estas bien? Se que es una información difícil de digerir.

― ¿Qué si estoy bien? Es la mejor noticia que me has dado en estos tres años ¡Esto es un milagro! Debo decirles a los niños, Mey estará tan feliz, esto hará más fácil nuestro regreso.

―Espera Maya, no estoy tan seguro de ello ―confesé ―al siguiente día de que Abi se expusiera, entraron a su casa, aprovecharon de que Nickolay no se encontraba y mataron a todos sus hombres, si Abi no hubiera salido esa noche… ella estaría muerta.

Los ojos de la rubia se volvieron a llenar de lagrimas junto a su cortante respiración.

―Leonardo Moretti dejó muchos enemigos al morir, ahora ellos irán tras Abigail y si descubren que todos los descendientes de Moretti siguen vivos, no quiero ni imaginarme la guerra que habrá.

Alex corrió hacia nosotros llamando nuestra atención, parecía asustado.

―Mey… mi hermana se fue ―mencionó. Maya y yo intercambiamos miradas.

― ¿Cómo que se fue? ―Pregunté, el niño asintió con la cabeza varias veces ―Maldición.

Corrimos hacia la entrada, la puerta estaba abierta.

―Maya quédate con los niños, cierra bien la puerta ¿ok? Buscaré a Mey, no debe estar muy lejos.

Ella abrazó a sus hijos y corrí fuera de la casa, Mey no podía estar muy lejos, tenía tres años sin salir, no conocía este lugar.

Revisé cada rincón cerca de la casa sin llamar mucho la atención, pero ella no estaba allí.

Tantos problemas y apenas eran las doce del mediodía. Genial.

Me subí al auto y conduje por la carretera despacio a ver si la veía, había una anciana junto a la calle vendiendo periódicos, sin pensarlo me bajé y compré uno.

―Disculpe, señora ¿no vio por aquí a una chica, cabello largo, rubia de ojos azules? ―pregunté, ella se quedó un momento pensativa, dudando si decirme o no, pero al final accedió.

―Si, agarró un taxi en esa esquina, se veía muy apurada y asustada.

―Muchas gracias, tomé ―agradecí y le di más dinero, ella sonrió en agradecimiento.

Apreté el acelerador de vuelta a la ciudad.

¿A dónde iba? Maldición Mey, nunca dejaste de darme problemas.

Vamos Darío, piensa ¿Dónde podría ir?

Después de un rato manejando, recordé el lugar a donde Mey siempre me pedía que la llevara y siempre me negaba a hacerlo.

El cementerio.

Al llegar allí me bajé del auto sin hacer mucho ruido, Me alivié al verla, estaba bien abrigada y sentada sobre la tumba de Abigail, una tumba vacía.

―Mey… ―suspiré, ella me miró, sus ojos azules estaban rojos de tanto llorar.

― ¿Por qué no me lo dijiste? ―preguntó casi inaudible y tiró a mis pies una revista, al levantarla observé a Abi en ella, junto a Nickolay, ambos sonrientes.

Me senté junto a ella, el vapor salía de su boca cada que respiraba.

―Ponte esto, hace mucho frio ―me quité los guantes y se los ofrecí, sus manos estaban rojas ya.

― ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué se mantuvo oculta?

―Quizás por la misma razón que ustedes lo están, por protección.

Mey volvió a llorar en silencio, podía sentir su dolor.

La abracé para consolarla, ella hundió su rostro en mi pecho mientras acariciaba su cabello.

― ¿Mey?

Ambos levantamos la cabeza al escuchar esa voz, nuestras caras de sorpresa eran la misma que la de él. Me levanté en un acto fallido de ocultar a la rubia con mi cuerpo.

― ¿Drake? ¿Qué demonios haces aquí? ― pregunté con sorpresa y un poco de molestia. Le había dado ordenes de quedarse en la casa y las desobedeció.

Él ni siquiera se inmutó al escuchar mis palabras, sus ojos estaban muy abiertos y su boca ligeramente abierta, mi amigo podría desmayarse en cualquier instante por la inesperada situación.

¿Qué más podría salir mal hoy?

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