Kassidy no quería abrir los ojos, deseaba que el tiempo no siguiera corriendo o en su defecto, no vivir ese día de manera consciente. Sentía vergüenza y la acobardaba que las personas más cercanas a su vida estuviesen presentes mientras se desplegaba todo aquello, pues sabía que escucharían cosas terribles, cosas que ni siquiera había compartido con Candace.
Giró sobre sí misma y no supo si reír o enfadarse. Frente a su cama había un pequeño sofá y en él, Kilian dormido. Se habían quedado conversando hasta la madrugada cuando el entró a preguntar si necesitaba algo y no se dio cuenta del momento en el que se quedó dormida.
Se puso de pie y fue hacia él para darle suaves palmadas en el hombro, seguro se despertaría con dolor de cuello al menos, pero no esperaba que la deslumbrara con esa mirada entre tierna y somnolienta con la que lo hizo.
—¿Dormiste bien? —dijeron a la vez. Ambos sonrieron.
—No supe cuándo me dormí. Supongo que estaba más cansado de lo que pensaba. —Él se puso de pie