Ignacio llegó al hospital, preguntó por la habitación del niño y con pasos firmes fue hasta donde le indicaron, tocó suavemente y entró luego de escuchar un “adelante” de una voz que recordó dulce, amable, agradable…
–Buenos días –saludó en general, pero con la vista fija en el niño sobre la cama con su cabecita vendada.
–Buenos días –respondió Evana.
–Hola señor Remington –expresó Adrián haciendo que Ignacio sintiera una punzada en el pecho, nadie imaginaba cómo lo atormentaba que sus hijos no lo reconocieran como padre.
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