Adrián ingresó al restaurante, se detuvo y preguntó por Karen Potter, entonces fue conducido a un privado que no esperaba y que lo sorprendió, ya que estaba tenuemente iluminado, arqueó una ceja y sonrió ya que parecía más una comida romántica que de negocios.
–Buenas tardes señorita Potter –saludó con su voz grave y varonil.
–Buenas tardes señor Remington, es usted puntual y eso me gusta mucho en un hombre –señaló Karen.
–Sí, me precio por serlo, sobre todo cuando el tiempo me apremia y no dispongo del mismo en abundancia.
–¿Quiere que vayamos al grano de una vez? Yo esperaba compartir un exquisito menú con usted antes de tratar temas tan fríos e impersonales como los que me motivaron en este viaje.
–No me niego a la degustación de una buena comida, pero mientras tanto podremos hablar de esos temas que la motivaron a venir hasta aquí.
–De acuerdo, me acoplaré a usted –señaló Karen con un tono que hizo sonreír