Cuando Beatrice se sentó a la mesa junto a sus padres notó las botellas de vino y leyó claramente el nombre De angelis en la etiqueta, su corazón dio un vuelco al recordar a Giovanni, el guapísimo italiano del que no había sabido nada más desde que se fue furtivamente de la fiesta por la boda de los gemelos Matías y Mateo.
Ella disimuladamente miraba constantemente hacia donde estaban sus primos para verificar si el italiano llegaba y se reunía con ellos, pero ya se había realizado el brindis, estaban a punto de servir la comida y él no aparecía.
Se levantó y se excusó ante sus padres para ir al sanitario antes de comer.
–No te demores mi amor que van a servir la comida y se te enfriará la sopa –señaló Raffaella que seguía tratándola como si aun fuera una bebé.
–Cariño, yo no quiero sopa –decía su niño grande y esposo, Tiberius.
–Lo sé, sigue hablando tranquilo con Ignacio que estaré pendiente de que ni siquiera te la pongan enfrente, sopafóbico.