—Cuídate en el camino, señor Robin.
Robin alzó una ceja.
La miró y le pasó la corbata que tenía en la mano.
—Señorita Irene, no solo hables bonito.
Irene tomó la corbata, guardó silencio un momento y finalmente se acercó para ayudarlo a anudarla.
Después de anudar la corbata, Irene intentaba retroceder, pero Robin la atrapó bruscamente por la cintura.
Sus ojos se fijaron en su clavícula, ahora más delgada:
—Señorita Irene, come más últimamente, estás muy delgada.
Irene asintió indiferentemente:
—Bien.
Sin embargo, Robin no mostró intención de soltarla. Irene frunció el ceño, justo cuando iba a preguntarle si había algo más, lo vio inclinarse de repente.
Sus labios cálidos capturaron los suyos.
Robin forzó sus labios, penetrando más profundo.
No la soltó hasta que Irene comenzó a luchar.
Ella jadeaba después del beso.
Robin soltó una risa suave, pasando su dedo por sus labios.
—Llámame si necesitas algo.
Irene evitó su dedo y respondió.
—Está bien.
Viendo cómo ella esquivaba, Robin la j