Una hija ejemplar

Violetta cumple su advertencia, con la cabeza en alto. No lo vuelve a buscar, ni a meterse en lo que no le incumbe. Aunque Dante continúa apareciéndose en su casa y reuniéndose con Marcus, Violetta pasa de largo su presencia como si esta hubiera dejado de existir para ella en el momento que la rechazó.

Si está en el estudio de su padre, no voltea a verlo, simplemente lo saluda como si estuviera hablándole a la pared.

—Cariño, ¿te quedas a cenar conmigo y con Dante? —pregunta Marcus una vez.

Esa es la única vez que hace contacto visual con Dante, y se da cuenta de que él no deja de mirarla fijamente.

—Me quedaré a dormir en el apartamento de Deb. Mañana será un día largo en la universidad. Disfruten ustedes la comida de Ana. Vi que estaba preparando risotto.

—¿En serio no puedes quedarte, Violetta?

—Estoy ocupada. Adiós.

Siempre se va antes de que pueda cambiar de opinión, sea por la mirada o por la voz de Dante. Apuesta por lo seguro, que es evitar e ignorar el objeto de su deseo.

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