Rebeca y Ana consiguieron volar la cometa y estallaron en carcajadas de felicidad.
Al ver la sonrisa de Rebeca, los ojos de Hugo brillaron.
Rebeca se dio cuenta de la mirada que le dirigía y preguntó insegura: —¿Qué pasa?
—Nada.
Rebeca entonces no hizo más preguntas mientras se llevaba a Ana un poco más lejos y Hugo observaba desde una corta distancia, sin involucrarse.
Cansada de volar cometas, Rebeca se sentaba con Ana junto al lago a pescar, o se agachaba para estudiar los diminutos peces que nadaban en el pequeño estanque de un quiosco y luego intentaba capturarlos con una red.
Pronto era mediodía.
Hugo solo pensaba llevar a Ana a dar un paseo, por eso no habían traído comida como los demás, pero ahora que era la hora de comer, y viendo que Ana tenía hambre, Hugo le propuso comer en un restaurante cercano.
Rebeca se relajó mucho y estaba de mucho mejor humor que antes, y no rechazó la oferta de Hugo.
Durante la comida, Rebeca pasaba más tiempo hablando con Ana.
Hugo, viendo que se