Al llegar al restaurante, Rebeca vio a los Mena y a los Rojas, que caminaban hacia ella, y el rostro de Rebeca quedó inexpresivo.
Cristian, por su parte, maldijo en voz baja: —Joder, siempre tengo que encontrarme con ellos.
Los Mena y los Rojas estaban pero que muy contentos de ver a Cristian.
José se rio: —Hola, qué alegría verlo, señor Figueras.
La sonrisa de Cristian se desvaneció: —Hola.
José se rio: —Ya que nos encontramos por casualidad, ¿y si comemos juntos?
Justo ahora, cuando llamó a Cristian, José había querido invitarlo a cenar, y ahora que se había encontrado con él, naturalmente no quería perder esta oportunidad.
A lo que Cristian dijo: —No, gracias, ahora es mi tiempo privado, ya en otro momento quedamos.
—Bueno... De acuerdo, la próxima vez entonces.
Cristian ya rechazó, así que José no podía forzarlo.
Cristian asintió y le dijo a Rebeca: —Vamos.
Rebeca asintió y, sin volver a mirar a los Mena y los Rojas, se unió a él escaleras arriba.
Mirando la espalda de Rebeca y Cri