Nunca fue una niña tímida ni miedosa.
Y no le importaba lo que los otros niños pensaran de ella.
De repente se sintió un poco triste al ver marchar a Rebeca y la abrazó sin soltarla: —Mamá...
Rebeca le devolvió el abrazo: —¿Qué pasa?
—Quiero...
Hacía mucho tiempo que no comía la comida de Rebeca y de repente la echó un poco de menos.
Pero cuando las palabras acudieron a sus labios, recordó que esta noche iría a ver la carrera de Natalia.
Sus ojos brillaron y soltó a Rebeca: —Nada.
La comida de mamá estaba a su disposición siempre que quería, pero las carreras de Nati no se podían contemplar todos los días.
Así que, sin apenas dudarlo, eligió a Natalia.
—Bien, entonces entra, no hagas esperar a la profesora.
—Sí.
Carolina la soltó, pero no pudo evitar girarse antes de entrar en el aula y decirle: —Acuérdate de llamarme a la hora de comer, mamá.
Rebeca asintió: —Bien.
Carolina entró en el aula más tranquila.
Rebeca la vio presentarse con confianza y se fue a su asiento, entonces ella se