Tenía la vida que siempre soñó, era dueña su propia empresa, madre una niña encantadora y, a su lado, el hombre perfecto que la apoyaba y le llenaba el oído palabras dulces, cargadas promesas e ilusión. ¿Qué ocurre cuando te das cuenta que toda esa miel iba revuelta con veneno? ¿Qué pasa cuando, después de preguntarte en qué fallaste, descubres que no fuiste la culpable? ¿Cómo convences a tu corazón de dejar de sentir? ¿De dónde sacas el valor y la fuerza para seguir adelante? Avril tendrá que sujetar su corazón y encontrar las pruebas suficientes para comprobar la infidelidad de su esposo y así no perder su empresa ni a su bebé, pero no estará sola, porque encontrará a un ángel guardián que la protegerá a ella y a su hija, un hombre que nunca la dejó de amar, a pesar del paso de los años.
Leer másAVRIL STEEL
Fui la presidenta de la
empresa que fundé, una mujer fuerte e independiente. Pero desde que estaba embarazada mi esposo insistía que yo debía estar en casa para cuidar nuestra niña y dejar los negocios a él. Y yo estaba de acuerdo ya que me confiaba en él, y también porque todo el mundo creía que tenía suerte de tener un matrimonio perfecto, incluía yo mismo.Y de esa manera pasaron cinco años, donde poco a poco me estabilicé en mi nueva rutina de ser madre, mientras Derek era quien trabajaba, a veces llegando hasta altas horas de la noche o hasta al día siguiente, demostrando que él podía comprometerse tanto como yo lo hacía.
Esa tarde de primavera me preparé para ir por Amber, revisé el GPS y me di cuenta de que habían cerrado la avenida por la que siempre pasaba, así que tuve que tomar un atajo por una calle larga llena de restaurantes y cafeterías. Era agradable el olor a grano recién tostado, así que pasé lento, hasta que pisé el freno abruptamente, deteniendo mi avance.
Sobre la acera vi a mi esposo, estaba segura de que era él, iba de la mano de una chica joven y hermosa, de ojos grandes y cintura reducida. Un rayo me partió cuando ella se estiró para robarle un beso, su boca fue bien recibida por él, quien la envolvió en un abrazo firme que la presionaba contra su cuerpo. Después de que Derek le susurrara un par de cosas al oído, ella se sonrojó antes de que ambos comenzaran a reírse divertidos.
Mis manos se aferraron al volante con tanta fuerza que mis nudillos se pusieron blancos. Estiré mi mano hasta alcanzar mi celular, necesitaba hacerle una videollamada y terminar de confirmar mis sospechas, pues a mi entendimiento, Derek había salido en un viaje de negocios muy importante.
Llame una, dos, tres veces y nada. Lo intenté otras diez, recibiendo el mismo resultado. La pareja desapareció de mi vista y la desesperación inundó mi corazón, me dolía la boca del estómago, era como si me fuera a infartar. Aventé el teléfono al asiento del copiloto y cubrí mi rostro, intentando respirar. Volví a encender el auto, deseosa de buscarlos, encontrarlos y encararlos. ¿Qué tan lejos podrían haber ido?
De pronto la maestra de Amber llamó. Antes de contestar noté que el tiempo había transcurrido más rápido de lo que yo creí y de seguro estaba preocupada porque aún no llegaba por mi bebé. Hice las respiraciones que había aprendido en el curso prenatal, apreté mi corazón con fuerza, y me dirigí hacia la escuela.
↓
Apenas llegamos a la casa, Amber subió corriendo las escaleras, en busca de sus juguetes.
En ese momento mi teléfono sonó, era Derek. De nuevo colapsé entre dolor, angustia y decepción. No sabía cómo enfrentar esta situación, aun así, contesté:
—¿Qué ocurre, cielo? —preguntó Derek, era una video-llamada y se veía bastante elegante. Su ropa no coincidía con la del hombre que había visto en la calle con esa mujer—. ¿Todo bien?
—Sí… Yo… Es que… —Mi cerebro había hecho corto circuito.
—Amor, estoy en una reunión muy importante, a punto de cerrar un trato… —dijo apenado e incómodo, mostrándome un poco de lo que había en esa sala llena de hombres viejos, trajeados, rodeando una mesa que parecía infinita y llena de papeles.
—¡Lo siento, no quise preocuparte! —contesté apenada—. Mejor hablamos cuando estés desocupado.
—Bien, te llamo en cuanto termine —agregó guiñándome un ojo—. Te amo.
En cuanto colgó me quedé de pie como estúpida en medio de la sala, pensando. Tanto la ropa que tenía ese hombre en la calle, como la que estaba usando en la video-llamada, era parte de cada atuendo que le ayudé a guardar en las maletas. ¿No había más hombres con una camisa del mismo color? ¡Dios! ¡Me estaba volviendo loca!
—Señora, la comida está lista —dijo la sirvienta en cuanto me vio pasar corriendo por su lado.
—¡Gracias! ¡Por favor, que Amber comience, yo en un momento la alcanzo! —exclamé antes de entrar al despacho que Derek tenía en la casa. Tomé su agenda y comencé a hojear hasta que encontré el contacto del dueño de la empresa con el que firmaría esos valiosos contratos en su viaje de negocios.
Prestando una atención casi absurda, presioné los números en mi teléfono, los verifiqué dos veces más y marqué.
Mientras el sonido de llamada sonaba, sentí que comenzaba a acobardarme y cuando estaba a punto de colgar, alguien me contestó del otro lado de la línea: —¿Sí? Al habla Roberts, ¿con quién tengo el gusto?
—Soy… —Tragué saliva, noté que tenía la garganta seca—. Soy la esposa del señor Derek Malone.
Un silencio profundo en la línea.
—¿Señora Malone? ¿A qué debo su llamada?
—Disculpe la molestia, solo quería hablar en completa confidencialidad con usted. Se trata de mi esposo… —De nuevo el señor Roberts guardó silencio—. Quisiera saber si las negociaciones ya fueron…
De pronto me interrumpió: —Señora Malone, no quiero ofenderla, pero… ¿Por qué me pregunta esto a mí, sí puede llamarle a su esposo? ¿No sería más inteligente tocar esos temas con el CEO de su empresa y no conmigo?
—Mi intención solo es saber si las negociaciones llegaron a su fin —contesté malhumorada.
—Volvemos a lo mismo… —contestó divertido—. Eso lo debería de hablar con su esposo, no conmigo.
No me sorprendía el trato de este hombre. Desde que había decidido dedicarme a mi casa y a mi hija, todos me veían solo como una mantenida, mi nombre se había comenzado a borrar del mundo de los negocios y la gente creía que solo aspiraba a sacarle dinero a mi esposo—. Lo que yo quiero es saber si estuvo conforme con la participación de mi esposo en la reunión y si los términos a los que llegaron fueron los deseados para usted —recordé esa manera elegante de hablar que tenía cuando era yo quien hacía las negociaciones, pero de nuevo obtuve un silencio prolongado que se rompió con un resoplido cansado.
—Sí, señora Malone —canturreó, podía apostar que estaba torciendo los ojos o sobándose las sienes—. Todo salió de maravilla, nuestro arreglo fue más que conveniente y estoy satisfecho con las capacidades intelectuales de su esposo. ¿Hay algo más en lo que la pueda ayudar? —preguntó con ironía.
—Sí, me gustaría saber cuándo firmaron el contrato.
—¿Cuándo firmamos el contrato? —preguntó confundido y molesto—. ¿Qué clase de pregunta estu…?
Lo interrumpí antes de que ahora fuera él quien acabara con mi paciencia. —Por favor, solo quiero saber para estimar cuándo regresará y darle una sorpresa.
La pausa se volvió insoportable, ¿no planeaba contestarme? Abrí la boca una vez más, dispuesta a exigirle una respuesta al señor Roberts hasta que volví a escuchar su voz.
—Después de una reñida conversación, apenas hoy pudimos firmar el contrato —dijo sin una pizca de molestia, por el contrario, su tono dócil y servicial me desconcertó—. Como entenderá, por experiencia propia, estos procesos son largos y tediosos. Nos ha tomado toda la semana llegar a un buen acuerdo que sea convincente para ambas empresas.
Ahora fui yo la que se quedó en silencio, mientras mi cabeza empezaba a agitarse como un avispero embravecido. Por un lado, le creía, por el otro… algo me daba mala espina. Aun así, le di el beneficio de la duda.
AVRIL STEELDespués de declarar la muerte del detective Steve dentro de la cárcel, nuestro juicio fluyó rápido y se resolvió de la misma manera gracias al equipo jurídico del doctor Chapman. La paz regresó a nuestras vidas y por fin John y yo pudimos tener la familia que tanto queríamos. La casa la vendió y se compró algo más lindo cerca de la de mis padres.Fue cuestión de tiempo para que la boda se celebrara, dos años sonaba mucho, pero en realidad pasaron como agua.—Te ves hermosísima —dijo Alissa acomodando mi cabello y viendo mi reflejo en el espejo.Posé mi mano sobre la suya, que aún cubría mi hombro y le sonreí. —Cuando regresemos de la luna de miel, te prometo que te daré un año sabático para que te vayas de aventura con Damián. ¡Pero!…—Ya sé… —Me interrumpió torciendo los ojos—. Damián y yo cuidaremos de los niños mientras John y tú regresan. Creo que cada vez somos mejores niñeros.Después de compartir una breve carcajada, la estreché con dulzura. En ese momento la puerta
AVRIL STEEL—¡John! —grité con todas mis fuerzas y la puerta se comenzó a sacudir. Me intenté levantar y correr hacia él, pero nuevamente Steve me tomó por la capucha de mi sudadera, tirando de mí.Con dificultad me quité la prenda, dejándola en la mano del detective y dándome la oportunidad de volver a correr hacia la puerta, pero apenas di un par de pasos antes de que me tomara por el brazo y me azotara contra la pared, al mismo tiempo que las bisagras cedían y la puerta caía al piso, dejando entrar no solo a John, sino también a Chapman.—Estas personas mataron a tu hija y tu ¿estás de su lado? —preguntó Steve encajando la punta de su pistola en mi abdomen, convenciéndome de esa manera para quedarme quieta.—Esto se acabó, Steve… Si lastimas a Avril… —dijo Chapman, pero de inmediato Steve lo interrumpió:—¿Cómo es que se pudo enamorar de una mujer como esta? ¿Se da cuenta de como lo está manipulando, doctor? ¡Abra los putos ojos! ¡¿De qué lado está?!—¿Enamorarme de Avril? Tal vez…
AVRIL STEELCubrí gran parte de mi cabeza con la capucha de mi sudadera. Unos pantalones de mezclilla cómodos y unos tenis resistentes por si tenía que correr, brincar o hacer cualquier malabar que demostrara mi escasa condición física.El lugar no era el más elegante o pretencioso, incluso me resultaba curioso que un policía viviera tranquilamente en un barrio de apariencia peligrosa. Me adentré en el callejón que llevaba a las escaleras para incendios. Intentando que estas no crujieran conforme subía.Conté las ventanas y llegué a la del departamento que sospechaba era del detective. Intenté abrirla, pero tenía el seguro puesto. Desviando el rostro y respirando profundamente, le di el primer codazo, hecho que solo me causó dolor. ¡No era la indicada para hacer vandalismo!—¿Avril? —escuché una vocecita dentro del departamento, se trataba de Scott quien me veía con los ojos bien abiertos, cargados de esperanza—. ¡Avril! —gritó angustiado y se precipitó hacia la ventana, comenzando a
JOHN FOSTER Había llegado mi hora, Damián tuvo razón, debí deshacerme de ese auto mucho antes. Ahora estaba con un pie dentro de la cárcel y me temía que la pena capital fuera una opción. No había conseguido ningún abogado, y pese a que sabía que tenía todo para perder, me sentía particularmente tranquilo, supongo que era en parte porque no sentía culpabilidad por lo que hice. Aún escuchaba la voz desesperada de Avril, indignada cuando le pedí que no se presentara. Quería enfrentar esto yo solo y mantenerla lo más lejos de este problema, aún así volteaba de vez en vez, examinando las bancas detrás de mí, esperando verla sentada en alguna, sufriendo. El juicio siguió su curso y las pruebas eran difíciles de debatir. Todo estaba en mi contra y el detective solo sonreía, de seguro imaginándome en la silla eléctrica. Durante el breve receso se acercó para regodearse. —John Foster… Un gran empresario, joven y exitoso, condenado por matar a una mujer inocente —dijo entornando los ojos.
HENRY CHAPMANVi mi reloj por decima vez, mientras mis pensamientos se habían convertido en un enjambre embravecido dentro de mi cabeza. Steve me había informado de la detención de John. Habían decomisado el auto con el que había matado a Rita. Este era mi momento para cobrar venganza y lo único que tenía que hacer era… no hacer nada, y solo esperar.—Mary es su hija —dijo Clary, rompiendo el silencio, llamando mi atención—. Rita se metió con un hombre casado para cumplir con su ambición. Me pregunto si lo cautivó desde un principio, tal vez la desesperación de Steve por no poder estar con ella como quería hacia que descargara toda su frustración en mí…—O tal vez siempre ha sido un golpeador… —contesté suspirando con molestia.—Eso no exenta a Rita de haber obrado mal. Los hombres casados no se tocan… ahí es donde te das cuenta lo vil que puede ser una mujer. Ya me doy cuenta del odio que le tenían Avril y John.Giré furioso hacia ella y me acerqué a su cama. —¿En verdad te molesta t
ALISSA BROWNRetrocedí con las manos al aire y el miedo en las pupilas, pero ese hombre parecía que no quería dejar cabos sueltos. El arma se disparó en el momento que yo cerré los ojos. El calor y el ardor se apoderaron de mi pómulo, cuando me di cuenta estaba en el piso, con la mejilla sangrante. Intenté ponerme de pie de inmediato y entonces vi a Damián peleando contra ese hombre, forcejeando por el dominio del arma.Me acerqué a la niñera que aún seguía viva y aproveché para liberarla, de inmediato le dije dónde estaba Amber. La mujer corrió hacia la cuna y tomó al pequeño George en brazos, el cual había comenzado a llorar desesperado por el ruido de la batalla. Mientras la niñera salía de la habitación, aterrada y cuidando de que no le tocara ningún golpe, yo me precipité a la cuna, cuando
Último capítulo