—No me gusta la idea de ir a ver a esa mujer —dijo Gavin—. No sabemos si es peligrosa o no. No es un riesgo que esté dispuesto a correr.
—¿Ni siquiera por tu propia hija? —pregunté.
La incredulidad me nubló por completo. ¿Cómo podía decir algo así?
Estábamos hablando de su hija, por el amor de la Diosa. Sabía que no debía discutir con él estando tan alterada por las hormonas, pero no podía contenerme, estaba dolida, enfadada y desesperada por respuestas.
—Es demasiado peligroso —insistió, aunque su tono de voz se suavizó—. Mi prioridad es proteger a mi familia.
—Los sueños están empeorando —solté antes de poder detenerme.
—¿De qué estás hablando?
—De los sueños que tengo —le recordé—. Son más frecuentes, duran más, y son peores.
—¿Y eso qué tiene que ver con todo esto? —preguntó.
—Cora podría arrojar algo de luz sobre por qué los tengo —le expliqué—. No sé cómo decirlo... pero siento que todo está conectado. Sé que es una posibilidad remota, y que quizá salgamos con más preguntas que