Eso no era una mentira; había trabajado duro por algo de esa ropa, y no iba a dejarlo deshacerse de ella. Sonrió mientras rociaba suaves besos a lo largo de mi cuello.
—Bien —murmuró—. ¿Qué tal un compromiso?
—¿Qué tipo de compromiso? —Incliné mi cabeza hacia atrás, permitiéndole mejor acceso.
—Usas mis camisas para la cama y cuando estés holgazaneando por la casa —dijo, mordisqueando mi cuello y haciéndome temblar en sus brazos—. Quiero llegar a casa a ti así cada noche.
Solté un aliento y me derretí aún más en él.
—Puedo hacer eso —susurré, mis ojos revoloteando mientras me regocijé en su proximidad cercana.
—Perfecto —susurró de vuelta mientras sus labios encontraron los míos una vez más.
Nuestro momento fue interrumpido por su teléfono sonando. Gruñó, pero se alejó. Ambos sabíamos que podría ser importante. Nuestro tiempo en felicidad había terminado, y la realidad se estaba estableciendo rápidamente. Agarró su teléfono del mostrador y miró la pantalla.
—Es Taylor —murmuró.
—Podría