—Te conozco desde hace tiempo, Judy. No puedes engañarme.
—¿Qué esperas que diga, Ethan? ¿Que no estoy bien? ¿Que mi madre está deprimida y apenas come? ¿No es esto lo que querías? ¿Que yo sufriera? Entonces, ¿por qué actúas como si te importara cuando ambos sabemos que no es así?
—¡Judy! —mi madre me gritó desde la puerta, con ojos grandes y alerta—. ¡Cómo te atreves a hablarle así!
—Mamá...
—Él va a ser nuestro Alfa, y merece nuestro respeto —mi madre continuó regañándome.
—Está bien, Sra. Montague. ¿Por qué no va y se sienta en el sofá? Le prepararé algo de cenar —le ofreció Ethan.
Mi madre le sonrió de manera radiante, la primera sonrisa que había visto en ella en mucho tiempo. Ethan siempre tenía una manera de provocar eso en ella.
—Qué considerado de tu parte, Ethan —le dijo dulcemente—. Gracias.
Me dirigió otra mirada antes de darse vuelta y salir de la cocina. Giré sobre mis talones para fulminarlo con la mirada.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté, con tono seco.
—A pesar de lo