Su respiración se cortó, y sus ojos se agrandaron mientras la jalé hacia un rincón oscuro, apartado de los ojos de todos a nuestro alrededor.
—Gavin —suspiró mientras la presioné contra la pared—. ¿Qué estás—? —comenzó a decir, pero no le di oportunidad antes de que mis labios estuvieran presionados contra los suyos. El beso fue largo y profundo, como si hubiera estado hambriento de ella.
Prácticamente había estado así por dos días.
Dos malditos días pasé sin probar sus labios dulces y carnosos. Dos malditos días desde que sentí su figura curvilínea pero pequeña presionándose contra la mía. Dos malditos días desde que escuché sus gemidos entrecortados cuando la besé o me la cogí.
Ella puso su mano en mi pecho después de un rato y me dio un empujón suave. Sus labios estaban hinchados y aún separados mientras luchaba por recuperar el aliento.
—¿Qué te pasa? —preguntó, entrecerrando los ojos hacia mí, pero pude ver la sonrisa amenazando la comisura de sus labios.
Me alejé de ella.
—Mi hab