Me di cuenta de que no era solo una mochila; era un paracaídas.
¿Íbamos a saltar del avión?
El hombre se movió alrededor de mí y me vendó los ojos, bloqueando mi visión.
Una sensación de pánico se alzó en mi pecho.
No me gustaba no poder ver. Me guió por el pasillo del avión y me sentó.
Después de que nos dio instrucciones de seguridad y confirmó que íbamos a saltar del avión, me recosté y esperé a que el avión despegara.
—Nunca he saltado de un avión antes —susurró Tabby desde a mi lado. Sabía que estaba junto a mí basándome en su aroma cuando me senté.
—Yo tampoco —admití—. Pero he saltado de otras cosas.
Recordé saltar de ese árbol alto la semana pasada durante la competencia y hacer que todos me miraran boquiabiertos en el cielo.
—Solo tratemos de mantenernos vivas —murmuró.
—Ese es el objetivo.
No nos tomó mucho llegar al punto en el cielo donde se esperaba que saltáramos.
Escuché a personas gritando mientras saltaban, cada fila yendo después de la otra.
Una vez que fue mi turno,