Oliver no tardó en llegar, cerró la puerta y miró por el angosto y largo vidrio a sus estudiantes, los que estaban atentos a cada uno de sus movimientos.
—Excelente informe, Señorita Andrade. Recuerde que hoy es el último plazo para entregar el informe grupal…
—¿Vas a hablarme de verdad o vas a hablarme de algo que ya sé? —interrumpió agresiva y malhumorada. El hombre se sintió confundido—. ¿Por qué no me respondes los mensajes que te envié? —insistió; Oliver se tensó en su posición y miró en otra dirección cuando ella le miró a la cara—. ¿Hice algo mal? —preguntó inocente. Oliver negó sin mirarla—. Al menos dime en qué me equivoqué —suplicó inocente, pero Oliver no le dio respuesta y el dolor que sentía se hizo más grande y agudo—. Claro… entiendo —comprendió y no le costó mucho trabajo.
El pecho se le llenó de amargura y tuvo la inminente necesidad de golpearlo, de lastimarlo tanto como él le estaba lastimando a ella, pero se contuvo.
Apretó los puños con ferocidad, estrujándolos a