Huida

Después de algunos días, observo los documentos con mi nueva identidad y sin dejar de fruncir el ceño, sigo sin entender por qué Fede también me consiguió papeles de hombre.

—Ya sé qué dirás, pero es mejor que alternes entre una identidad y otra. Además, tu padre ya comenzó con tu búsqueda —al instante mi cuerpo se estremece, pero me obligo a fingir que no tengo miedo—, vino a buscarte y me exigió que le diera tu ubicación. El viejo, en verdad, estaba que echaba fuego por la boca; con tu huida le arruinaste su gran negocio.

—¿S-sabes algo de mi madre?

—Lo único que pude averiguar por los empleados es que permanece en cama, lleva días sin poder ponerse de pie, c-creo que le fracturó el brazo y le lastimó varias costillas.

—¿Se lo fracturó? —chillo, mordiendo mis labios—. ¿Y si en realidad lo mejor es regresar p-para que no siga lastimando a mamá? —cuestiono con la voz entrecortada.

—El mayordomo me dio un recado de parte de tu madre —confiesa después de titubear por un segundo.

—¿Q-qué fue lo que te dijo?

—Que no se te ocurra regresar y que, por favor, te olvides de ella.

—¿Cómo podría hacer algo semejante? Ya me odio a mí misma por huir ese día, menos podría olvidarme de ella —sentencio conteniendo el llanto.

—Sabía que dirías algo semejante, por lo que te súplica que, por favor, te liberes del yugo de tu padre. Ella podrá soportar todo con tal de saber que tu padre no pudo arruinar tu vida al casarte con ese despreciable hombre.

»Tu mamá tiene razón, Arly. Si regresas, tu vida se convertirá en un infierno. Es mejor que te olvides de tu vida en Sicilia y ahora comiences una nueva en Cinque Terre —concuerda Fede, acariciando mi mejilla y barriendo con sus dedos las lágrimas que después de tanto evitarlo escaparon de mis ojos.

Bajo mi rostro, y aunque me duela admitirlo, sé que si mi padre me pone las manos encima, el castigo que me espera de por vida es ser la mujer del juez Barone.

—¿Si me voy, tú podrás estar al pendiente de mamá?

—Te prometo que cada vez que pueda la visitaré y te informaré.

—Te creo.

—Es momento de que te cambies esa ropa, tenemos solo un par de horas para llegar a la estación de tren.

Fede comienza a rebuscar en algunas cajas y después de algunos segundos saca un vestido demasiado revelador junto con una peluca negra, los cuales me tiende después de rascarse por unos segundos la barbilla.

—¿Qué significa esto?

—Tu disfraz, así nadie podrá darse cuenta de que tomarás un tren para salir de Sicilia. En el tren podrás cambiarte de ropa por una de hombre, así nadie sospechará de tu identidad.

—Pero esto parece ropa de una mujer de la calle —me quejo con un leve escalofrío.

Ante mis palabras, mi amigo se aclara la garganta ruidosamente y evita mirarme a la cara, confirmándome de esta forma que tengo la razón.

—¡No puedo usar esto!

—Es la única opción que tenemos, te aseguro que el viejo nunca se esperaría que te vistas así, ¿o no? —medito durante lo que me parece una eternidad, pero dado que tiene razón, no me queda más remedio que aceptar la ropa que aún cuelga de su mano—. Ya sabes dónde está el baño, te sugiero que no te tardes.

—Ya voy —respondo, con un leve suspiro de derrota.

—Y para tu información, esa ropa la dejó esa mujer porque justo me pidió lo mismo que tú.

—¿En serio?

—Muy en serio.

Con mucha dificultad me pongo el vestido entallado y sin dejar de enrojecer hasta las orejas, me miro en el espejo, deseando que se abra la tierra y me trague antes de tener que salir con este atuendo, pero sé que la intención de Fede es buena y debo apegarme al plan.

—Por suerte eres tan alta como yo, por lo que mi ropa te viene bien —musita en cuanto salgo del baño—. Te guardé unas cuantas mudas de ropa, tanto de hombre como de mujer.

—Espero que las de mujer no sean idénticas a esta.

Fede me observa por algunos segundos y, después de dejar el bolso en el pequeño sofá, me abraza.

—Te voy a extrañar. Nunca nos habíamos separado.

—Yo también te voy a extrañar —asevero, besando su mejilla.

—Con el dinero que tu mamá me dio, puedes vivir por unos días en lo que encuentras un trabajo. Trata de mantener un perfil bajo para que el viejo no te encuentre.

—Lo haré.

Salimos rumbo a la estación de tren y antes de abordar, Fede me entrega un móvil con el cual será imposible que mi padre pueda rastrearme y solo hasta después de asegurarle que no volveré a Sicilia me permite marcharme.

Lo observo por la ventanilla de mi asiento y con lágrimas en los ojos me despido de mi mejor amigo, prometiéndome que en cuanto me sea posible salvaré a mamá de las garras de mi padre.

Después de algunos días de vivir de hostal en hostal, por fin pude conseguir un pequeño departamento digno de una ratonera; sin embargo, lo que ahora me preocupa es conseguir un empleo antes de que todo mi dinero se vaya en pagar el alquiler.

Leo, el periódico que me dio la adorable vecina que vive al final del pasillo y empiezo a marcar todos los posibles empleos a los cuales creo que estoy más que capacitada para competir, por lo menos de algo sirvió tener que trabajar con mi padre durante muchos años sin recibir una paga.

[…]

Observo el imponente edificio que se erige frente a mí y después de secar un poco mis manos en mi falda, me dirijo al amplio vestíbulo de MediaCavalluci Inc., una de las mejores agencias del país y en el que cualquier persona desearía trabajar. Localizo a una de las tantas recepcionistas y con una sonrisa un tanto tímida me acerco a ella.

—¡Buenos días, señorita! —me saluda la mujer con otra sonrisa más amplia—. ¿En qué puedo ayudarle?

Respondo a su saludo y de inmediato le informo que tengo una cita con Liam Cavalluci el CEO de la agencia. Me indica que debo registrarme y antes de que me entregue mi pase, un pequeño escándalo nos hace levantar la mirada para encontrar el origen de este.

—¡Liam! ¡Liam! Más te vale que no me ignores como has estado haciendo estos días —chilla la mujer, acomodando su larga cabellera rubia y sonriendo al saber que ha conseguido llamar la atención de todas las personas.

Busco al susodicho y cuando reconozco al hombre que estuve stalkeando hace unos días, no puedo evitar mirarlo con la boca abierta, no es lo mismo verlo por fotos a tenerlo en persona. Es alguien bastante atractivo, con esa cabellera ondulada, esos hermosos y chispeantes ojos azules, y su atlético cuerpo digno de un modelo de ropa interior y no del CEO de una agencia de publicidad, me pierdo en su magnífica presencia, de tal forma que paso por alto lo que él le responde a la rubia y solo hasta que esta vuelve a gritar es que regreso a mis cinco sentidos.

—Liam Cavalluci, desde hace tiempo te has empeñado en rechazarme, alegando que no soy de tu agrado —musita la mujer, chasqueando la lengua y rodando los ojos, como si no creyera posible que un hombre pudiese rechazarla—, pero de una vez te lo advierto aquí frente a todos tus empleados, un día de estos tú estarás en mi cama y cuando eso suceda nunca podrás apartarme de tu lado. En ese momento te darás cuenta de que soy la única mujer que puede y debe de estar contigo —asevera, provocando un silencio sepulcral en el lobby.

Las palabras de la mujer provocan que el CEO crispe su cara y después de darse la vuelta, sus ojos se cruzan por un segundo con los míos enviando un pequeño escalofrío en todo mi cuerpo cuando me percato de que estos parecen unos témpanos de hielo, capaces de helarme la sangre.

Apresurando su paso e ignorando a la mujer que sigue gritando como loca, llega a mi lado y solo atino a hacerme un poco más pequeña para pasar desapercibida, algo que en realidad es imposible, siendo que ambos somos casi de la misma estatura.

—¡B-buenos días, señor Cavalluci! —saluda la recepcionista con la voz entrecortada.

—Quiero que canceles todas mis reuniones —brama el hombre, dirigiéndole una mirada fúrica a la pobre mujer, quien no tiene la culpa de lo que acaba de suceder.

—Pero…

—¡Que las canceles te he dicho! —sin más palabras, da media vuelta y sube al ascensor que otro hombre, rubio y de ojos como zafiros, mantiene abierto para él.

—L-lo siento señorita, ya escuchó a mi jefe —se disculpa la amable mujer.

—Lo entiendo, no es tu culpa, pero en cuanto reagende avísame por favor. En verdad deseo trabajar en este lugar, aunque al ver la actitud de tu jefe ya no estoy tan segura —musito, mordiendo mi labio.

—Nunca es así. Él es un gran jefe, muy amable y gentil con todos, solo que lo de hace un momento debió afectarle.

Después de intercambiar unas cuantas palabras más, nos despedimos y salgo del edificio un poco cabizbaja. Por un momento pensé que en verdad podría tener la suerte de conseguir este empleo.

Los días pasan y aunque sigo en mi búsqueda de empleo, no puedo negar que deseo recibir una llamada MediaCavalluci Inc., en la cual me informen que puedo volver a tener mi cita con el CEO como se tenía previsto, sin embargo, sucede todo lo contrario cuando ese día por la tarde recibo esa llamada que tanto he esperado.

—Disculpe, señorita Idara, solo hablo para informarle que, por desgracia, la vacante ha sido modificada y ya no es apta para el puesto.

—¿C-cómo que ya no soy apta si hasta hace unos días cumplía con todos los requisitos? —inquiero incrédula—. ¿En qué cambio?

—Aún se está solicitando asistente, pero se nos indicó que debe ser… hombre quien cubra el puesto —musita avergonzada la voz del otro lado y solo por qué sé que no es su culpa, debo morder mi lengua para no decir que ese hombre es un machista de primera.

Después de una breve despedida, corto la llamada y me dejo caer en mi cama.

—Pensé que ya tenía asegurado ese empleo —chillo molesta, azotando una de mis almohadas contra la pared—. Es una tontería que solo acepte hombres, eso es discriminación.

De un momento a otro me siento de golpe cuando recuerdo que tengo otros documentos con los cuales puedo aplicar a ese puesto y después de lanzar un grito de alegría, tomo mi móvil y hago los ajustes necesarios a mi currículo para después enviarlo a MediaCavalluci Inc.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo