80. ESTAMOS RODEADOS
NARRADORA
Ava se acercó a ella intentando verificar su estado, pero solo se encontraba desmayada.
—¡Mamá! — corrió al cuarto, la cama estaba desordenada, vacía…
¡BAM!
Empujó la puerta del baño, vociferando su nombre y sin encontrarla.
La habitación tampoco era tan grande como para que alguien desapareciera en la nada.
Una brisa fría la hizo fijarse en las puertas del balcón, que estaban abiertas y daban bandazos con las corrientes de aire.
Sus pasos apresurados la llevaron al exterior, sus pupilas se cerraron en el bosque negro como la boca de un lobo que se extendía más allá.
“¡Ava, ella pasó por aquí!” Saphir le avisó.
Estaba dando vueltas en su mente, también incómoda. Un llamado a lo lejos tiraba de su alma.
Los ojos de Ava se fijaron en el césped: había quedado atrás una pantufla. Definitivamente, su madre bajó desde el segundo piso y caminó hacia el bosque.
“Saphir, ¡voy a saltar!”
Le gritó sin dudarlo, parándose en el barandal y precipitándose hacia el jardín.
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