DALTON
Lía miró el documento con detenimiento, a pesar de que la había tomado por sorpresa. Había sido una noche difícil, pues se me había parado tres veces solo de pensar en ella. Tenía que hacer algo para parar esta locura, de estar pensando en ella las veinticuatro horas del día en mil maneras de tirármela.
Me estaba planteando la posibilidad de que tal vez el seducido estaba siendo yo.
— ¿Vamos a firmar nuestro pacto con tinta real o con sangre de unicornio? —Bromeó ella, tomando asiento frente a mí, cruzando las piernas como si no supiera el daño que eso me hacía.
— Con tinta. Pero puedes firmar con labial si te parece más dramático —. Respondí con una sonrisa ladeada, mientras la observaba más de la cuenta.
Ella rio, pero sus ojos se fijaron en los papeles que le había dado.
— ¿Esto es. . . Un contrato? ¿En serio?
— Lo es —. Dije mientras me recargaba en el respaldo, enlazando los dedos frente a mí—. Para poner las reglas claras. Lo último que quiero es que algo se salga de contr