—Tranquilízate, son solo las hormonas.
Giovanni miró a Samantha tratando de descifrar si estaba siendo honesta.
Había salido a buscarla cuando ella tardó demasiado en regresar del baño y se había preocupado más al no encontrarla pronto. En cuanto la vio en el jardín, junto a su padre, y con los ojos rojos, su lado protector salió a flote.
Era algo irónico cuando él mismo había causado más de una vez que Samantha derramara lágrimas. Pero cualquier problema que tuvieran, solo les correspondía a ellos solucionarlos. Si su padre se había atrevido a reclamarle algo… bueno, iban a tener un problema.
Su padre se levantó y colocó una mano en su hombro.
—Vas a ser un esposo y padre excepcional. Les daré algo de privacidad.
—Creí que ibas a saltar sobre tu padre —bromeó Samantha cuando se quedaron a solas.
—¿Estás bien?
—Tendré que acostumbrarme a esa pregunta. La escuchó con bastante frecuencia estos días. Y sí, como te dije solo son las hormonas. Nunca fui alguien que llorara con fac