70. Entre depredadores
Isabella cruzó el vestíbulo, consciente de las marcas que Nathan había dejado en su piel. La tela de la falda le escocía, pero fue el peso de las miradas lo que la detuvo de acariciar esa zona. Entre los presentes reconoció a uno de los habituales visitantes de su padre, que la estudiaba con una curiosidad que la hizo estremecer.
Ubicó a James Kingston en el centro del salón, rodeado de hombres con rostros endurecidos y expresiones calculadoras. De pronto, los susurros cesaron, pero al sentir el agarre de Nathan en su cintura entendió por qué.
—Señores, les presento a mi novia, Isabella Hamilton —declaró.
Sus ojos se clavaron en ella con una advertencia silenciosa cuando abrió la boca para contradecirlo, aunque la palabra «novia» le pesó como un grillete.
Uno de los hombres, con cicatrices en los nudillos, inclinó su rostro hacia ella.
—Mis respetos —dijo con acento extranjero.
Isabella no tenía idea de qué responder, pero James se levantó con una sonrisa depredadora, salvándola de