Freya
Estresada por estar cachonda y maldecir a Jet repetidamente, Hazel parecía disgustada conmigo por maldecir a su Alfa mientras también se esforzaba por contener la risa, se sentó a unos metros frente a mí y de vez en cuando me miraba desde el libro que estaba leyendo cada vez que gemía o jadeaba, suspiró y dejó caer el libro en su regazo.
Me mira fijamente unos segundos antes de decir: «Me encantaría quitarte el dolor, y lo he intentado mientras dormías». Frunció el ceño. «No obtuve ningún resultado».
—No me duele, Hazel, al menos no la incomodidad que imaginas, esa que te gusta tanto que casi parece dolor. —Le expliqué y luego capté su última frase—. ¿Cómo es posible? —pregunté, incorporándome.
Se sonrojó. «Nuestra especie posee la capacidad de sanar y soportar el dolor de la gente si así lo deseamos. Me temo que es limitada en el caso de los humanos». Respondió sin dudarlo, quizás olvidando que no debía decirme nada.
Miré hacia la ventana mientras salía el sol de la tarde. Mi e