Un castigo para Derek.
Roberto llegó a casa con molestia, en su corazón había un remolino de emociones, él siempre tuvo el deseo de encontrar a su pequeña hija, pero por más que la busco insaciablemente, fue imposible encontrarla, ahora que tiene pruebas de que ella está viva, no sabe qué hacer, y solo siente celos y miedo de que esa noche en donde había tantos salvajes en su casa, algo le haya pasado, Catalina lo vio entrar y no dudo en preguntarle si estaba bien, pues era extraño ver al señor tan molesto.
—Señor, ¿está bien? —
—Si Catalina, estoy bien, estaré ocupado, por favor que no me molesten—
—Si señor—
Catalina miró a las jóvenes que estaban recogiendo la cena de la mesa, esa que organizaron con tanto esmero y poco la probaron los invitados.
Roberto entró al cuarto en donde estaban las cámaras, respiro hondo mientras recuerda el día exacto en que su hija llegó a sus vidas, no tenía duda que todas las oraciones que ellos le hicieron a Dios fueron escuchadas porque, ¿Quién podría creer como ella