Capítulo: Promesas al Atardecer
El sol se hundía lentamente en el horizonte, pintando el cielo de tonos naranjas, rosados y dorados. La brisa del mar era cálida y juguetona, enredándose en los cabellos sueltos de los invitados y meciendo las ligeras telas blancas de sus atuendos. Todo en aquella playa parecía haber sido diseñado por el destino para enmarcar el amor de Georgina y Alberto, quienes, con el corazón latiendo al mismo ritmo, estaban a punto de prometerse amor eterno.
Georgina caminaba descalza sobre la arena tibia, dejando tras de sí huellas ligeras que el viento y el agua borrarían con el tiempo, pero que en aquel instante la anclaban al presente, a ese momento sagrado en el que su vida cambiaría para siempre. Su vestido era sencillo, etéreo, como si hubiese sido tejido con la espuma del mar. Sus ojos reflejaban la emoción de cada paso que daba hacia él. Hacia su amor.
Alberto la esperaba al final del pasillo improvisado con conchas y pétalos blancos, vestido del mism