Capítulo 10 : El Peso del Futuro
El pequeño apartamento se llenaba con el sonido de la lluvia golpeando suavemente la ventana. Afuera, la ciudad seguía su curso, indiferente a las batallas silenciosas que se libraban en cada hogar. Pero dentro de esas cuatro paredes, el mundo de Verónica Ortiz se reducía a una sola imagen: su hija, sentada en la mesa, con los codos apoyados sobre los libros, el ceño fruncido y los ojos cargados de preocupación.
Verónica la observaba desde la silla del comedor, con una taza de café entre las manos, sintiendo el peso del momento en cada latido de su corazón.
—¿Cómo vas con eso? —preguntó, rompiendo el silencio.
Carolina levantó la mirada. Sus ojos reflejaban cansancio, frustración… y algo más. Algo que Verónica reconocía demasiado bien: desesperanza.
—Bien, supongo… —respondió su hija, aunque el tono de su voz decía lo contrario. Con un suspiro de rendición, cerró el libro con un golpe seco y se pasó las manos por el cabello—. Mamá, ¿para qué seguir