Francis llegaba a casa todas las noches después de la escuela. Y no pregunté. Era realmente adicto a nuestra pequeña vida juntos, al igual que yo. Ojalá pudiera jugar con eso para siempre. Pero sabía que tarde o temprano terminaría. Al menos la parte sobre mí viviendo en su casa.
Empecé clases para aprender a conducir. Por suerte, descubrí que se me daba bien. Lo cual me hizo muy feliz, después de todo, yo no era bueno en nada.
Iba a casa todos los días para ver cómo estaba Liam y pasaba todo el tiempo que podía con él. Llevaba comida a la cama, agua, organizaba la habitación y lo ayudaba en el baño. Noté que Andréia lo llamaba todos los días.
- ¿Andréia y tú volveréis a entenderos? Yo pregunté.
- Nunca dejamos de entendernos, en realidad.
- Me gustaría que siguieran juntos.
- Cuando mejore y me quiten este yeso, la buscaré.
- ¿En Norah Norte?
- Sí.
- ¿Vas a buscarla o te vas a mudar para allá? - Estaba confundido. - No puedes hacer eso.
- ¿Porque no?
- Porque es una locura.
- Ya vi,