Tania se tragó todas sus angustias mientras seguía a Carlos por el área de los laboratorios. Su cabeza daba miles de vueltas, pensando en Severiano y en las conversaciones que había tenido con su abuelo esos días, cuando él le habló de su madre y del peligro que a ella la acechaba.
Aunque Severiano no era un hombre dado a los sentimentalismos, en esas charlas le fue evidente que aún le afectaba la pérdida de su hija y la situación de su nieta. Si de verdad estuvo en los laboratorios de Supra Corp el día en que asesinaron a su madre, entonces, ¿por qué no la ayudó? ¿Por qué no hizo nada por socorrerla?
Su corazón estaba apretado en un puño por culpa de las cientos de dudas que rondaban a su mente. Odiaba las mentiras y los secretos y eso era lo que siempre parecía obtener de su abuelo y de Lucas. Ambos le hablaban a medias, ocultándole cosas. Carlos, en cambio, hasta ese momento era el único que parecía decirle la verdad.
Sin embargo, le era difícil confiar en él. El hombre le había ju