El joven comenzó a caminar hacia donde estaba su prometida y giró la cabeza solo una vez solo para ver que sus padres se retiraban. Cuando llegó a la puerta de la habitación, tomó de la mano a Kimberley.
—¿Estás lista? —inquirió Francis.
—Sí —respondió con un suspiro.
—¡Oye! Pase lo que pase dentro, sabes que siempre me tendrás contigo. —La joven asintió.
—¿Qué pasa? ¿Vamos a entrar o no? —preguntó Misael.
—Por supuesto que sí, solo le daba ánimos a mami porque está nerviosa —comentó el joven.
—¡Mami! ¿Quieres un abrazo? —preguntó la pequeña. Kimberley asintió.
Los tres abrazaron a la joven con fuerza.
—Ahora si ya me siento lista —espetó con una amplia sonrisa.
—Entremos entonces —acotó Francis.
El joven abrió la puerta y pasó primero luego hizo pasar a los pequeños con un gesto de silencio. Y finalmente pasó Kimberley con la pequeña en brazos.
—¡Hey! —espetó con entusiasmo Dustin—. Cuántas visitas.
—Hola tío Dustin —saludó de lejos, Siena.
—Te trajimos unos regalos en papel, para qu