Secreto de amor
Secreto de amor
Por: Deyssi
Prólogo

Siempre he pensado que el amor es una pérdida de tiempo que me aleja de mis objetivos; mis estudios y el sueño de entrar a la universidad. No voy a negar que me gustan los chicos, sobre todos los galanes de telenovelas que lastimosamente no existen en la vida real, pero que te hacen estremecer y arrancar los más grandes suspiros de amor. En fin, pueden decir que soy una de esas chicas despreocupadas por la ausencia de cupido en su vida, que viven al máximo el día a día, tiene muchos amigos y siempre ha creído que el amor es secundario.

Hasta que en el campamento de año nuevo lo conocí ¡Carajo! El maldito cupido me flechó y mi mundo perfecto sin chicos se vino abajo, me enamoré a primera vista de un completo extraño y ¡Vaya que tipo! Un galán de esos de novelas que todos quisieran conocer. Se llama Adriel y es todo lo que busco en el hombre de mis sueños, no solo es guapo, con un cuerpazo de esos que te dejan babeando, tiene una gran personalidad y unos ojos marrones tan bonitos que junto a esa sonrisa de niño te dejan hipnotizada.

Pero existe uno que otro problema, tiene veinticinco y estoy más que segura que no es soltero; lo peor que pude hacer es besarlo y enamorarme entre sus labios ¡Sí, sé que estuvo mal! Es una de esas jugarretas que te da la vida y piensas que puedes mentir y hacer lo que se te da la gana con un chico atractivo que invitas a tu campamento para pasar bien un rato olvidándote del mundo, porque crees que jamás lo volverás a ver.

Sin embargo, el verdadero problema surge cuando el misterioso novio de mi hermana llega a casa para cenar y al fin formalizar su noviazgo virtual de algunos años. Karol se ha encargado de mantenerlo en secreto como el mayor de sus tesoros, sin nombre, ni rostro que ponerle a su famoso novio recién graduado en medicina. Eso no me preocupó, ni me quitó el sueño, pues los líos de amores me resbalan. Pero si tan solo la hubiese persuadido, estoy segura de que me hubiese evitado el tremendo golpe que recibiría al conocerlo.

Cuando bajé para la cena, mi padre me llevó para presentarme a mi cuñadito y cuando se voltea ¡Oh Dios mío! Era mi Adriel, mi ángel, mi adonis, el papacito con esos labios de fuego que saboreé la noche anterior.

“¡trágame mundo!” grité en mi interior al verlo.

Palidecí sorprendida, todo mi cuerpo tembló, pero traté de disimular con una sonrisa, aunque definitivamente él entró en shock y se notó. Ya durante la cena nos miramos un par de veces y soporté ciertos roces desagradables, el verlo con mi hermana estaba fastidiándome, sin duda ese maldito sentimiento llamado amor, estaba floreciendo despertando mis celos involuntarios, como cuando se besaron no pude evitar fruncir el ceño y voltear la cara, fue un movimiento irreflexivo que mamá lo tomó como desagrado al amor. Más me dice con dulzura que algún día yo estaré igual porque el amor es bonito e inevitable y no solo una pérdida de tiempo como creía.

Entonces mi linda hermanita intentando ser graciosa, me delata otra vez.

— Es que aún no ha nacido el chico que roce sus labios. —se burla.

Adriel me mira y sonríe con picardía ¡Obvio! Quiso suponer que fue el primero, aunque no tenía como probarlo. Pero, eso no es el mayor de mis problemas, lo es, el que me guste demasiado y no solo tengo que verlo en casa, también en la academia.

A finales del año pasado habían anunciado que este ciclo un maestro nuevo se uniría al grupo, un profesor de matemáticas.

¡Qué carajos! ¿Por qué, acaso no hay más profesores en el mundo? Porque el maldito destino sigue persiguiéndome, haciendo esta casualidad un verdadero tormento.

Tal vez si en la cena hubiese puesto más atención, quizás habría conectado su llegada, su nuevo trabajo que no era como médico por ese año y que era muy bueno en matemáticas. Aunque siendo sincera jamás se me habría ocurrido pensar que, de todas las academias del mundo, tendría que ir a la mía.

¿Qué puedo hacer?

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