Capítulo 180.
La noche está cerrada, como si todas las estrellas se hubieran puesto de acuerdo para ausentarse esa noche tan triste.
La lluvia, que es fiel limpiadora de pecados y purificadora, en este momento estaba empapándolos.
— Maldición— susurra Erick lleno de rabia, al ver que estaba en la mira de una pistola.
— Diles que se detengan — exige Omar con las manos temblorosas al apuntarle con el arma. — Ordénales que se queden afuera, ordénales que no se metan en esto, ¡hazlo maldita sea! si no quieres que te parta la cabeza en dos.
Omar estaba gritando desesperado, y todo su cuerpo temblaba aunque no sabía si por el frio o los nervios de lo que sabía debía hacer esta misma noche.
Erick escuchaba tan descontrolado a Omar, que en ese punto cualquier movimiento en falso podría costarle la vida, no solo a él, sino a su gente.
— Todos deténganse— Erick indicó a sus agentes.
— Señor no puede ser, no puede enfrentarlo usted solo— declara Carlos— ya casi llego, sólo es cuestión de …
— ¡Alto! —orden