Por Alejandro
Fui a la oficina y pedí el desayuno allí, como antes de conocerla.
Comencé a desayunar en el departamento, solo para disfrutar un poco más de su compañía a solas.
A media mañana Susana me mandó a una nueva secretaria, totalmente llamativa, que se me insinuó 200 veces la primera hora.
No la miré y me molestó la actitud.
Ninguna va a ser como Valeria.
Por la tarde le pedí que me la cambie.
Así estuve todos los días durante unos días.
No soportaba ver a alguien más sentada en el lugar de Valeria.
-No quiero a ninguna secretaria.
-La necesitás.
-Necesito a Valeria.
Noté cierta duda en Susana y en forma inmediata bajé hasta su oficina.
Entré sin golpear ni anunciarme.
-Susana, por favor, decime en dónde está.
-No te lo voy a decir, si vos solo deducís en donde está, te voy a ayudar.
-¡No es un juego!
Le grito.
-Te calmás.
-Quiero a mi mujer.
-No es tuya, recuerdo que en más de una oportunidad ella te dijo que no sos el dueño de las personas y que tampoco sos su dueño.
-Quiero