¡Miami!

Por Alejandro

Fui a la oficina y pedí el desayuno allí, como antes de conocerla.

Comencé a desayunar en el departamento, solo para disfrutar un poco más de su compañía a solas.

A media mañana Susana me mandó a una nueva secretaria, totalmente llamativa, que se me insinuó 200 veces la primera hora.

No la miré y me molestó la actitud.

Ninguna va a ser como Valeria.

Por la tarde le pedí que me la cambie.

Así estuve todos los días durante unos días.

No soportaba ver a alguien más sentada en el lugar de Valeria.

-No quiero a ninguna secretaria.

-La necesitás.

-Necesito a Valeria.

Noté cierta duda en Susana y en forma inmediata bajé hasta su oficina.

Entré sin golpear ni anunciarme.

-Susana, por favor, decime en dónde está.

-No te lo voy a decir, si vos solo deducís en donde está, te voy a ayudar.

-¡No es un juego!

Le grito.

-Te calmás.

-Quiero a mi mujer.

-No es tuya, recuerdo que en más de una oportunidad ella te dijo que no sos el dueño de las personas y que tampoco sos su dueño.

-Quiero
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