Secretaria de día, bailarina de noche
Secretaria de día, bailarina de noche
Por: Keyra payan
Encuentro inesperado

Capítulo 1

Catherine caminaba por los oscuros pasillos del club el olimpo rumbo a su camerino cuando se percató de que un sujeto la estaba siguiendo.

Sintió pánico así que apresuró el paso, pero no le fue posible escapar y antes de que pudiera gritar para pedir ayuda, él la sujetó y le cubrió la boca.

—He esperado mucho por este momento, preciosa, y hoy finalmente serás mía  —le dijo en un susurro que hizo que Catherine se estremeciera de horror que le causó.

Ella intentaba liberarse de su agarre pero la fuerza del tipo era mucho mayor.

La arrastró hacia los vestidores y comenzó a tocarla por todos lados.

Catherine aprovechó la oportunidad para propinarle un fuerte golpe y se liberó.

Cuando estaba a punto de salir, él la tiró del cabello haciéndola gritar de dolor.

—¡Ayúdame! 

—No te resistas, aquí nadie podrá ayudarte, así que será mejor que cooperes si quieres saber de lo que puedo ser capaz —le advirtió.

Se sintió perdida cuando el sujeto empezó a rasgarle la ropa.

Catherine trató de soltarse pero no lo logró.

Cerró los ojos, y justo cuando pensaba que él conseguiría forzarla, una poderosa voz apareció de repente.

—Suéltala infeliz —espetó mientras arremetía contra él.

—Es una cualquiera, pagué por sus servicios y quiso robarme —mintió descaradamente tratando de justificarse.

—Deja de mentir, Afrodita no se relaciona con los clientes, y aunque así fuera, nada justifica forzar a una mujer a hacer algo que no desea —pronuncia con determinación.

Él pretendía escapar, pero un fuerte grupo de seguridad llegó para capturar al agresor dejando a Catherine asolas con su salvador.

—¿Estás bien? —preguntó con mucho interés acercándose en forma de contención.

—Estoy bien, gracias por ayudarme —le dijo utilizando su acento francés que le servía para proteger su identidad.

Sus miradas se entrelazaron, y una mágica sensación se instaló entre los dos.

—Tus ojos son hermosos, pero me encantaría poder ver tu rostro —musitó tomando su mano.

Catherine sintió una descarga eléctrica por todo su cuerpo, había visto a ese joven sentado en primera fila presenciando su espectáculo y en más de una ocasión había intentado mantener contacto con ella.

Pero Catherine sabía que las reglas del club eran muy rigurosas, y de ninguna forma se expondría a romper alguna cláusula del contrato.

Mucho menos ahora que estaba a tan solo tres meses de terminar con aquella tortura.

Ella solo bailaba por necesidad, aún cuando ese apuesto hombre de hermosos ojos y de cuerpo perfecto, la había impactado desde el primer momento.

—No acostumbro a dejarme ver por nadie, agradezco lo que has hecho por mí, pero no puedo dejar expuesta mi identidad por políticas del club —le explica tratando de no herir sus sentimientos.

—Lo entiendo, pero nada nos impide conocernos fuera del club —propuso en forma coqueta.

—no es posible, y ahora si me disculpas quisiera poder cambiarme de ropa —le dice mientras señala su rasgada indumentaria.

La mirada seductora del joven la recorrió de arriba abajo percatándose de la sensualidad de su cuerpo.

—Entonces tendré que venir todos los fines de semana hasta que aceptes salir conmigo, Afrodita —susurró al tiempo que rosaba la palma de su mano con sus labios provocando que se le erizara la piel.

Un calor inexplicable la embargó, haciendo que se olvidara por un momento de todos los problemas que la atormentaban.

Zack salió del club con un mar de sensaciones que cada vez le costaba más trabajo reprimir, era tanto el deseo que sentía por esa bailarina que no descansaría hasta conseguir que ella revelara su identidad y le permitiera ir más allá.

Pero debía darse prisa, pues muy pronto tendría que tomar las riendas de la empresa de publicidad de la familia, y su tiempo se reduciría al mínimo.

Al llegar a casa, la madre de Catherine la esperaba con sus acostumbrados reproches, jamás perdía la oportunidad de torturarla con sus comentarios llenos de prejuicios y doble moral.

—Mamá, te he dicho que no me esperes despierta —pronunció la joven al verla sentada en el sofá.

—Si estuvieras en casa a una hora apropiada, no tendría que esperarte —le reclamó la mujer.

—Sabes que no puedo volver temprano, madre, tengo un contrato y debo cumplir con el horario —contestó apesadumbrada.

Todavía no entiendo cómo no pudiste conseguir un trabajo decente, Catherine —recriminó.

—Si mi padre no nos hubiese dejado esa horrible deuda, no tendríamos que estar pasando por todo esto —se defendió.

Amanda se cubrió el rostro con las manos haciéndose la víctima como siempre que se sentía acorralada.

—¿Hasta cuándo vas a echarme en cara lo de tu padre? —inquirió haciéndola sentir culpable.

—No lo tomes así, mamá, pero ya no sé de qué forma explicarte que no tuve más alternativa que trabajar en ese lugar para poder pagar la deuda y rescatarte de las garras de esos mafiosos que te tomaron como rehén —puntualizó.

Pero ella no quiso escucharla y se levantó para ir directamente a su cuarto cerrando la puerta con coraje.

Respiró hondo, mirando el currículum sobre la cama y la ropa especialmente combinada para mañana, estaba muy satisfecha.

— ¡Vamos, puedes hacerlo!

Al día siguiente en la oficina de ANDERSON PUBLICIDAD, la empresa con más prestigio en la materia.

Catherine sonreía por fuera, pero en realidad estaba nerviosa por dentro, y el anciano del otro lado de la mesa, su jefe Fred Anderson, estaba midiendo a la chica con cuidado. 

Ella llevaba un viejo traje negro que no pegaba nada con la elegante agencia de publicidad, zapatos viejos y gafas feas. 

Por supuesto, él no sabía que Catherine iba vestida así a propósito, porque quería confiar en sus puntos fuertes más que en su belleza.

—Bueno, señorita fletcher, creo que usted es perfecta para este cargo —ironizó mientras se imaginaba la cara que su hijo pondría al conocerla.

Porque Zack estaba acostumbrado a rodearse de mujeres hermosas y exuberantes y aquella asistente carecía de todo eso según su percepción.

Aún cuando para Fred lo importante siempre fueron los sentimientos y la capacidad que las personas pudiesen tener, sabía que sería una lección para el casanova de su hijo.

Catherine había cumplido dos semanas de haber iniciado a trabajar como asistente en Anderson publicidad, y Fred estaba encantado con las grandes capacidades y la eficiencia de la joven.

Ya que en muy poco tiempo se había empapado de todo lo concerniente a la oficina y ahora estaba seguro de que ella sería la ayuda idónea para Zack.

—Aquí están las carpetas con la información para la reunión con los socios, señor —le informó Catherine.

Él revisó los reportes financieros y se quedó maravillado al ver la precisión con la que habían sido elaborados.

—Permítame felicitarla por su eficiencia, señorita, definitivamente mi hijo quedará en las mejores manos ahora que me vaya —le dice de manera afectuosa.

—Lo vamos a extrañar, es usted una gran persona y siempre está pendiente de todos los empleados, algo que no es muy común en la mayoría de las empresas —comentó la chica.

Fred la miró con ternura, sabía que Catherine además de ser muy inteligente, también poseía grandes cualidades como persona y que su presencia, generaría un cambio muy positivo en su hijo.

La hora de la reunión donde se llevaría a cabo el nombramiento de Zack como el nuevo director de la compañía, finalmente llegó.

Catherine era víctima de los murmullos y comentarios malintencionados de la mayoría de los empleados debido a la imagen anticuada que se había fabricado.

Todos la miraban de forma despectiva menos su amable jefe que desde el primer día la había tratado de la mejor manera.

—¿ya vieron a la santurrona esa?, debería darle vergüenza venir vestida así a este lugar —murmuró una de las modelos publicitarias.

—El jefe está encantado con ella, algún atributo debe tener —insinuó una de las secretarías.

—En lugar de estar perdiendo el tiempo, deberían dedicarse a trabajar, esa chica será fea pero es muy inteligente y pensante, todo lo contrario a ustedes —la defendió el amable guardia de seguridad.

Cuando la charla estaba en su máximo apogeo, Catherine pasaba por allí mientras se dirigía a la sala de juntas.

No pudo evitar escuchar los cuchicheos, lo cual le hacía mucha gracia, pero prefería verse expuesta a todo tipo de burla a tener que ser sometida al acoso constante tal como le ocurría en el club.

—Buenos días —saludó ella con la sonrisa que la caracterizaba.

Se produjo un incómodo silencio que a ella le divertía demasiado.

—Buenos días —titubeó Charlie el vigilante de la entrada.

Todo estaba listo en la oficina, pero antes de llegar, por caminar pensando en lo que acababa de ocurrir no se fijó por donde iba y tropezó con un imponente hombre.

Sus ojos le resultaron bastante familiar, pero se quedó de piedra cuando se percató de quién se trataba, por lo que perdió el equilibrio debido a la impresión que sufrió.

Estaba a punto de caer, cuando unos fuertes brazos la sostuvieron, embriagando sus sentidos al respirar su sensual aroma masculino.

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