El silencio invadió la sala.
Samuel, con el rostro encendido de ira y humillación, apretó los puños mientras la vergüenza lo envolvía por completo.
Nadie esperaba que Gabriel hiciera algo así: sostener la mano de Ana y abofetear violentamente a Samuel.
En Terraflor, aunque los Ramírez estaban en declive, su próxima alianza matrimonial con los Herrera aún los hacía temibles.
El gesto de Gabriel... era claramente pisotear el orgullo de los Ramírez y aplastarlo sin piedad.
—Samuel, ¿estás bien? ¿Te duele? —Isabella, saliendo de su asombro, intentó torpemente tocar donde Gabriel había golpeado.
Samuel se apartó con expresión sombría.
A sus treinta y dos años, jamás había sufrido semejante humillación.
¡Gabriel no le había mostrado ni un ápice de respeto!
La furia de Samuel había alcanzado su punto crítico, a punto de estallar.
Pero la razón le decía que se contuviera; no podía enfrentarse a Gabriel.
Incluso sin el respaldo de los Urquiza, Gabriel por sí solo era alguien con quien no debía