Ana sostenía el vaso de papel, sus largas pestañas bajadas ocultaban la profunda reflexión en sus ojos.
Al no recibir respuesta, Selina no se impacientó.
Se dio la vuelta, apoyando los brazos en la barandilla, con una actitud completamente relajada.
—Yo creo que fue intencional. Les oí decir que mi primo se metió con el pastel de alguien.
Estas palabras hicieron que Ana pensara inmediatamente en Armando.
Levantó la mirada hacia Selina.
La joven parecía tener solo diecisiete o dieciocho años, pero su pensamiento estaba muy por encima de esa edad.
El tiempo pasaba segundo a segundo.
Hasta que Fabiola vino a buscarlas, Selina inventó una excusa para escabullirse.
—Ana, el oficial Medina te busca.
En este accidente, Ana era la única persona consciente y capaz de moverse.
Era comprensible que quisieran interrogarla.
Manuel se acercó con dos agentes de policía. Fabiola se apartó discretamente, quedándose a poca distancia mientras miraba su teléfono.
—Señorita Vargas, no se ponga nerviosa, so