Angelina trató de llevarse las manos al cabello para zafarse del agarre de Vico, pero el hombre era demasiado fuerte para ella.
— ¡Te lo advierto Vico! No sabes con quién te metes, no me conoces aún, si llegas a hacerle daño yo…
Vico se rio estruendosamente, lleno de confianza y pagado de sí mismo, creyéndose intocable, invencible, y lejos de que la ira implacable de Adriano Bonuchi llegara a alcanzarlo.
— ¡No eres más que un pobre idiota! ¡Mírate! Ahora misma estás ante mi presencia de rodillas, ¿Qué creíste? ¿Qué podrías con todo? ¿Qué el mal y el terror nunca tocarían a tu puerta? ¡Está tan equivocado Adriano! Yo soy el mal encarnado y tú vas a pagar por todo lo que me debes, ¡Ya lo verás!
Vico tomó del cuello a Angelina y la empujó hacia las escaleras para meterla dentro de la casa y Adriano comenzó a reírse a carcajadas, unas tan sonoras y estridentes que Vico pensó por un momento que el otro se había chiflado, ¿Qué razón tenía para reírse de esa forma como si estuviera loco? ¿Y