Angelina caminó de puntitas para hacer el menor ruido mientras afuera el ladrido de los perros parecía enmascarar un poco los demás sonidos, y se acercó a Adriano poniéndole una mano en la boca. El hombre abrió los ojos e intentó decir algo, pero la chica acercando un dedo a sus labios movió la cabeza negativamente en señal de que no emitiera una sola palabra.
Ella le hizo un gesto para que comprendiera que había gente fuera del Establo y él agudizó el oído.
Angelina acortó la distancia entre los dos y se inclinó para murmurarle algo muy cerca.
— ¡Shisss! No hables, la policía está fuera, necesito esconderte para que no te encuentren, te moveré un poco y te cubriré con algo del lodo de los establos de los caballos, no será agradable, pero ocultará tu olor y confundirá a los perros.
Él pareció comprender la idea y asintió con la mirada. Angelina se puso manos a la obra, y tomó un balde que luego lleno con paladas del lodo de los animales y lo trajo has