Capítulo XXVII

Recuerdo que mamá siempre nos decía que había comido antes que nosotros con una tenue sonrisa. Nos sentaba en la mesa, y ella se acomodaba frente nuestro, feliz por vernos devorar los platos que con tanta devoción papá preparaba. Éramos tan inocentes que no nos percatábamos de nada extraño, pues cuando ella nos exhalaba respuestas dulces, nos confortábamos con eso. Siempre veló por nosotros, día y noche, sin importar qué.

Fue una madre excepcional…

Es una madre excepcional.

Me limpio los pómulos sentada en mi nuevo lugar de tranquilidad. Al lado de la tumba de Ivonne con las flores bellas y grandes ya acostumbradas a su tierra. Esa costumbre de enterrar en la lápida hermosas plantas es magnífica.

Por fin procesé esa historia con el corazón en mi puño. ¿Qué más da? El destino es un gran hijo de p

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