Bajó el bate con fuerza en reiteradas ocasiones. Una y otra vez veía como la madera aplastaba el cuerpo de la joven, se manchaba de sangre y se alejaba del cuerpo.
Cuando el cansancio inundó sus extremidades se alejó de la zona de duchas y las abrió todas desde la llave de paso exterior, dejando caer el bate al suelo junto a la llave.
Las cerró y miró a Enara de nuevo. Sin sangre pero molida a palos. Estaba preciosa.
La cogió en brazos como pudo y a llevó hacia unas vallas que había colocadas en una de las pistas del velódromo. Le quitó la toalla despacio y dibujó con la sangre que se había quedado en sus guantes el símbolo que correspondía, ese simple stickman