Allegra se movio. —¡Quédate donde estás! – la orden estalló como un latigazo a través de la habitación, cortándole su retirada en dirección de la puerta.
— Deja a Paul en paz.Si estás enojado conmigo, véngate en mí. Pero no puedo creer que le quieras hacer daño a Paul – le confió.
—Daño, no se asemeja a lo que hare– la urgió Dante
—Me refiero a vienes aquí y afirmas que... que quieres que regrese contigo, pero no merece la pena – completó, incrédula.
-¿No?
-¡ Por supuesto que no! ¡Y no entiendo por qué haces esto! – gritó ella.
—Quizá deberías esforzarte.
—No me esforzaré – declaró con dignidad -. Eres un evento que dejé atrás hace mucho tiempo.
—¿Un evento? – se burló, escéptico -. ¡Viviste conmigo dos años!
— Veintitres meses y cada mes fue un error – lo corrigió Allegra, abandonando la cautela por grados.
— Dios santo–exclamó Dante tenía los pómulos rojos de ira -. No lo considero una aventura de una noche.
—Oh, no sé – se encogió de hombros ante esa humillación -. Con frecue