Capítulo3. No agradezcas aún

Alina Fiore

El hombre misterioso me observa de una manera que me cala los huesos y me hace sentir extraña, indefensa y desnuda ante su escrutinio.

No puedo evitar fijarme en lo apuesto que es, sin embargo, un aura oscura lo envuelve como una sombra que parece eclipsar su personalidad; como si ocultara algo dentro de la apariencia de poder que demuestra.

—¡Llévensela! —ordena a sus hombres y me sacan del lugar a trompicones. El dueño del burdel no dice más, lo que me hace darme cuenta de la autoridad que mi héroe misterioso tiene sobre él.

—Muchas gracias, señor —murmuro al hombre que camina unos pasos más adelante.

—No agradezcas aún —responde saliendo del edificio y subiendo a la lujosa limusina negra donde me obligan a entrar también.

Me siento abrumada inmediatamente y me quedo muy quieta en mi lugar, por el temor de dañar algo. El sujeto se encuentra justo al frente de mí y aprovecho el tiempo que se mantiene entretenido en su teléfono móvil, para detallarlo sin que pueda sorprenderme.

Es bastante atractivo, si soy sincera: su piel ligeramente bronceada se me antoja tan suave, su rostro enmarcado por una prolija barba de candado que rodea cuidadosamente esos labios perfectos y carnosos. Su nariz recta y cejas pobladas, le dan a su rostro ese toque de rudeza que le queda tan bien. Los ojos no puedo observarlos, debido a que mantiene la cabeza baja durante la mitad del trayecto, pero, podría asegurar que son hermosos como todo lo anterior.

Salgo del embrujo de su presencia cuando me doy cuenta de que, en realidad, no sé a dónde me llevan, así como tampoco estoy segura de quienes son, o lo que quieren de mí.

—¿Puedo preguntar a dónde nos dirigimos? —indago con cautela por el temor que me causa. Él solo se limita a observarme con aburrimiento y responde de la misma manera:

—Vamos a mi casa, aquí no es seguro hablar. —Sus palabras me generan más preguntas que respuestas, pues, ni siquiera nos conocemos, ¿de qué se supone que debemos hablar?

No digo nada más y espero con impaciencia el momento de terminar con esto, y poder regresar a casa, mi nona me necesita en el hospital; el recuerdo de su cuerpo conectado a todos esos aparatos me mantiene en una constante preocupación, que no hace más que incrementar con el pasar de las horas.

Después de lo que me pareció una eternidad, hemos llegado a una enorme y absurdamente ostentosa mansión, en el sector más exclusivo de la ciudad; de esos que solo había visto por televisión y jamás me imaginé poder ver en persona nunca en mi vida.

Debo cerrar mi boca para disimular el asombro que siento, y me veo obligada a seguir a los hombres que me guían al interior del lugar, donde el lujo es aún mayor. El hombre misterioso, con facha de “El padrino”, me indica con un movimiento de cabeza que lo siga hacia la oficina donde entramos solo él y yo. Los nervios me asaltan de pronto, asimismo, el lugar se siente más pequeño de lo que en realidad es, debido a su imponente presencia.

—Toma asiento. —Señala uno de los sofás frente al escritorio, mientras que él se coloca en su lugar detrás de la mesa. Hago lo que dice y no puedo evitar apretar mis dedos con nerviosismo ante el secretismo de la situación.

—¿Qué hago aquí? —Me animo a preguntar.

—Tengo una propuesta para ti —dice recostando su cuerpo del respaldar de su asiento con confianza, antes de proseguir—: Como sabrás, esta noche estuviste a punto de ser subastada a algún hombre al azar y, no precisamente para casarse contigo.

—Lo entiendo —respondo bajando la cabeza con vergüenza—. Gracias por salvarme de ese destino, señor…

—Espera. —Me interrumpe antes de que pueda terminar de hablar—. Si bien te salvé, ¿no creerás que lo hice sin segundas intenciones?

—Por supuesto que no lo creo, pero, ¿qué podría necesitar un hombre como usted, de una joven humilde como yo?

—En realidad, nada —concuerda conmigo, haciéndome sentir aún más inferior de lo que ya me sentía—. Pero, aunque no lo creas, sí hay algo en lo que me puedes ayudar. —Guarda silencio aumentando la expectativa y, cuando continúa, un mareo me desestabiliza  al escuchar su propuesta—: Necesito que te cases conmigo.

—¡¿Cómo?! ¿P-por qué yo? No lo conozco, jamás podría hacer algo como eso. 

—Solo sería por un año. —Ignora mi estado y continúa enumerando las condiciones de nuestro supuesto matrimonio como si mi opinión no valiera nada—, después de eso serás libre de regresar al cuchitril en el que vives con el borracho de tu padre. Por supuesto que esto deberá quedar entre nosotros y nadie podrá enterarse de que nuestro matrimonio es falso.

—No lo acepto —respondo envalentonada y asqueada de toda la locura que acaba de decir.

—Creo que no nos estamos entendiendo —dice sonriendo con suficiencia—. Si te niegas, solo hay otra opción: yo buscaré a otra mujer que sí acepte casarse conmigo, y tú volverás al burdel de donde te saqué para ser subastada de nuevo.

—¡Eso no es justo! —Sollozo sin poder evitar el sentimiento que me hunde en el mismo hueco de donde creí haber salido—. No me está dando opciones reales, me está chantajeando.

—Así son las cosas en mi mundo, bonita —espeta encogiéndose de hombros, con una soltura que me causa repulsión y continúa—: Mi mafia es de las más poderosas de todo el mundo, pronto seré el líder y no habrá persona cuerda que se atreva a negarme algo, y tú no serás la excepción.

—¡Pues me niego! —Me levanto de un salto con la intención de retirarme del lugar en el mismo instante, pero, antes de que pueda salir de la oficina, su cuerpo fornido me arrincona contar la puerta y su mirada se clava en la mía con ferocidad.

«Ojos verdes» me permito admirar, pero inmediatamente me reprendo al darme cuenta del peligro que su mirada esconde.

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